La activación de la energía en el masaje tántrico

Cuando te entregas a un masaje tántrico con confianza y RESPIRAS, es cuando te esperan hermosas experiencias con la activación de tu energía, entonces puedes «rozar» el encuentro con la potencialidad de todo lo que va más allá del mundo tangible.

 

Ayer recibí un masaje tántrico, mi primer contacto con esta práctica. Aún estoy impactada.

La persona que me regaló la sesión, porque así lo sentí, es una persona en la cuál confío, Lucía. Esta confianza fue fundamental para dejarme llevar por un camino lleno de sensaciones sutiles, agradables, deliciosas, que activaron mi energía; incluso sentí que esa energía se amplió hasta fusionarse con la suya. En una danza preciosa, una danza de luz.

Me dejé guiar por ella, por su voz, por sus respiraciones, por sus manos.
Conseguí que mi mente no juzgara, y yo solamente sentía.

Experimenté placer a nivel físico, con una estimulación sutil, suave, envolvente, experta pero a medida que transcurrió la sesión esas sensaciones se ampliaron a otro nivel, al nivel energético. Noté justo encima de mi cuerpo esa energía, como un amplificador de las sensaciones que estaba viviendo.

Me permití disfrutar cada segundo, dejándome llevar, confiando en Lucía.
Fue precioso poder regalarme a mi misma ese permiso.

Puedo percibir aún hoy bienestar, placer. Siento que se ha activado también, de alguna manera, mi energía sexual, que en este momento se encontraba relegada a un segundo plano, por no decir a un último plano.

Sentí tanta calma, tal bienestar, conectada conmigo mismo y con Lucía y con el universo como nunca antes había sentido.

Lucía….un millón de gracias. Eres un Ser Precioso.

Testimonio Vicky, Guille y Nalu (14-12-20)

Para acompañar un parto como doula la conexión debe ser profunda y desde la Presencia sostener todo lo que acontece, sea cual sea la intensidad. Vicky tiene aspecto de elfa del bosque y determinación de fuego. El amor es su combustible y nos ofreció a todos los que le acompañamos en su gesta, una lección de Poder. Y Guille, su amado, una lección de roble, a pesar de que el fuego le quemaba en las entrañas.

Sus relatos estremecen y enternecen a la par, vale la pena leer cada una de sus palabras, como reflejo de una experiencia arrolladora y portadora de vida. Gracias a ambos por la generosidad.

Con los ojos de Guille.

Seguramente yo no me habría planteado nunca la cuestión de dónde dar a luz. Lo lógico para mí era lo común: en el hospital. Sin embargo, Vicky, que afortunadamente tiene muy poco de común, lo tenía clarísimo, quería un parto en casa. Y yo, la verdad, no tenía nada que objetar, sobretodo de un tema que era bastante desconocido para mí. Así que empecé a leer otras experiencias, vimos videos y un documental genial y, entonces, lo lógico se convirtió en lo poco común: tener al bebé en casa.

Todo el embarazo fue bastante bien, con algunas preocupaciones que no fueron a más y, cuando se acercaba el momento, todo estaba a nuestro favor y no había ningún motivo de peso para desistir de nuestro deseo de tener a Nalu en casa. Digo de peso, porque en el camino nos encontramos con muchas opiniones en contra, no tanto de nuestros familiares y amigos, que fueron muy respetuosos a pesar de los miedos que podían tener, sino de profesionales y personal sanitario. Lo cual no dejó de sorprenderme, porque no creo que los datos y estadísticas justifiquen sus reticencias a tener un parto en casa.
Unas semanas antes del parto, organizamos con Mikel, nuestro comadrón, una cena en casa para conocer a nuestras doulas, Lucía y Cristina, y para que nos explicaran bien cómo sería todo el proceso, el papel de cada uno, organizar la casa y el equipo que necesitaríamos.

Ya conocíamos y confiábamos en Mikel y, por suerte, también nos sentimos muy a gusto desde el principio con Cris y Lucía. Yo todavía no era consciente de lo que se nos venía encima, pero echando la vista atrás, la experiencia podía haber sido muy diferente si la gente que nos rodeó y arropó en ese momento tan intenso como especial no hubiera sido tan maravillosa como lo fueron nuestras doulas.

Al terminar la cena, Vicky me comentó la buena conexión que había sentido y que confirmé el día del parto, cuando las contracciones empezaban a ser más fuertes, aunque luego descubrí que eso no era nada más que “el calentamiento”. Hubo un momento que yo fui a la cocina a por agua y al volver al salón, encontré a Vicky, en mitad de una contracción, abrazando a Lucía tan fuerte como me había estado abrazando a mí antes. En seguida noté la conexión de la que me hablaba Vicky, y me sentí muy tranquilo, en cierto modo aliviado, porque si mi papel en ese proceso era el de intentar que Vicky se sintiera lo más tranquila y acompañada posible, supe que no estaba solo, y que Vicky y Nalu estaban en muy buenas manos.

La primera en llegar a casa después de llamar a Mikel y decirle que Vicky llevaba una hora con contracciones cada dos minutos, fue Cristina, acompañada de un delicioso olor a las albóndigas veganas que había estado preparando hasta que recibió la llamada de Mikel. Si algo me atreviera a reprocharle a Nalu, sería que no esperara media horita más antes de querer nacer para haber tenido la oportunidad de probar esas albóndigas. Nalu, nos debes unas albóndigas.
Después de ver cómo estábamos, empezó a preparar todo el material y poco después llegaron Lucía y Mikel.

Esta primera parte del parto la voy a titular “Aquellos maravillosos recuerdos”. Sí, aún eran todo bromas y sonrisas. Entre contracciones, Vicky me miraba sonriendo, llena de amor, impaciente por conocer a Nalu por fin. En las contracciones yo la abrazaba con fuerza mientras se estiraba sujetando mi cuello. Lucía le daba masajes en las lumbares y le ayudaba a buscar la mejor postura para descansar después. Teníamos esos momentos de calma y tiernas miradas mientras Lucía le ponía las manos en la espalda o una faja calentita, Mikel iba y venía y Cris nos vigilaba mientras seguía organizando.

Después de aproximadamente tres horas llegó el momento de comenzar el expulsivo o, lo que vamos a llamar “La cosa se pone seria”. Vicky empezaba a estar muy cansada, las contracciones cada vez eran más intensas y dolorosas. Cada vez le costaba más encontrar posturas en las que se sintiera cómoda o en las que pudiera descansar. Durante la contracción parecía perder la fuerza en las piernas y ya no es que se estirara apoyándose en mí, es que literalmente se colgaba de mi cuello como un peso muerto. Si hay algún mérito que se me pueda atribuir a mí en ese día, es el de haberme mantenido firme como un roble cada vez que Vicky se derrumbaba agotada y gimiendo de dolor entre mis brazos. Tampoco era una opción dejarla caer, en realidad.

Nos fuimos al dormitorio, es difícil recordar muchos detalles, toda mi energía y concentración estaban enfocadas en Vicky. De todo lo demás se encargaban Cris y Lucía, que además, seguían cuidando de Vicky y eran el espejo donde yo podía sentir la calma y confianza que necesitaba transmitirle a Vicky también. Especialmente para lo que venía después.

Capítulo tres: “Jesús, menos mal que avisamos a los vecinos”. Ahora puedo y debo bromear sobre lo que fueron estos momentos porque la alternativa sino serían varios años de terapia post-traumática. Uno siempre se cuestiona lo duro que tiene que ser ver sufrir de dolor a la persona que más quieres. Yo nunca me lo había planteado en el contexto de un nacimiento, la verdad, y tal vez por eso me pilló un poco por sorpresa a pesar de estar advertido. Supongo que aquí es donde las hormonas y la oxitocina en concreto, juegan un papel importante, pero a mí me daba la sensación de que Vicky se iba a desmayar del dolor en cualquier momento. Las contracciones parecían insoportables, y en los “descansos”, Vicky flaqueaba y le faltaba el aire, asfixiada de calor, o temblando de frío a los pocos segundos. En cada contracción, Mikel intentaba estimular el cuello del útero para abrirle paso a Nalu o hacer magia por ahí abajo, aún no me queda claro, pero fuera lo que fuera, ayudaba, dilataba a muy buen ritmo, y no tardó mucho en romper aguas. Vicky parecía estar en otro mundo, y yo procuraba que cuando volvía entre nosotros, me sintiera muy cerca y tranquilo. Era imposible ignorar y no admirar cómo Vicky estaba luchando cada segundo del parto, así que lo mínimo era tratar de estar a la altura en lo poco que se podía hacer, principalmente apoyarla.

Lucía y yo, cada uno en una pierna, ayudábamos y sujetábamos a Vicky. Cristina le acomodaba, animaba, abanicaba o calentaba según lo que Vicky necesitaba o pedía, mientras seguía asistiendo a Mikel. Además, nos hacían el favor de sacar fotos, grabar audios y vídeos. Tengo que reconocer que, en alguno de los peores momentos, ver que ellas estaban lo suficientemente tranquilas como para seguir documentando el parto, a mí me daba cierta tranquilidad también. Igual que las sonrisas que compartíamos cuando Vicky, en su estado catatónico, decía alguna cosa graciosa. Sólo hubo una vez que Vicky pidió a Lucía que dejara el móvil y fue para que pudiera sujetarle la mano mientras empujaba. Yo podía sentir cuánto apoyo y confianza necesitaba y recibía Vicky de parte de Lucía también en esos momentos.

El tiempo pasaba más lento que nunca, y parecía que Nalu se resistía a salir. Mikel le iba controlando el pulso de vez en cuando, y alguna vez era casi imperceptible. Estos fueron los únicos momentos en los que sentí un poco de miedo, por Nalu, por Vicky y por imaginar que de repente tuviéramos que salir por patas al hospital con todo lo que eso conllevaba en ese momento. También fueron los momentos en los que Vicky se debió preocupar más y nos preguntaba si todo iba bien, si Nalu estaba bien. Yo era el primero en contestarle de forma positiva lo más tranquilo y seguro posible. Guardarme los miedos para mí y procurar que Vicky no los sintiera tampoco, implicaba confiar totalmente en Mikel y las doulas. Yo les miraba y observaba sus gestos y reacciones en busca de respuestas, de dudas o miedos. No los había, no los tenían. Así que me esforzaba en convencerme de que yo tampoco debía tenerlos.
Muchos de esos miedos, sino todos, venían de antes, de todas las veces que escuchamos lo valientes o insensatos que éramos por querer tener al bebé en casa. En el próximo capítulo hablaré de porqué después me di cuenta que no es cuestión de valentía, y lo insensato hubiera sido tenerlo en un lugar en el que no queríamos. Este capítulo se titula: “Si al final resultará que no fue para tanto…”

A pesar de mi sensación, el tiempo sí iba pasando, y más rápido de lo que yo creía, y Nalu cada vez estaba más cerca. Ya hacía un rato que empezaba a asomar y Vicky sacaba fuerzas de algún lugar que posiblemente sea desconocido para cualquier hombre. Finalmente, en una última contracción que Vicky acompañó con un grito que sin duda habría sido capaz de liderar al ejército de William Wallace en la batalla por la independencia de Escocia, Nalu casi salió disparado a los brazos de Mikel, acompañado de una cascada de líquido amniótico. Un final de película sin duda. Y además un final feliz.


Mientras Mikel apoyaba a Nalu sobre el pecho de Vicky y Vicky sollozaba “mi bebé, ay, mi bebé”. Yo escuchaba los gritos de Nalu como agua de mayo, y ya no pude aguantar más y exploté a llorar. De alivio, de amor y de felicidad.

Vicky y yo nos abrazamos, nos besamos. El tiempo volvió a su ritmo normal, y yo me sentí enormemente agradecido. En un abrir y cerrar de ojos Vicky había recuperado la fuerza, la vitalidad, la sonrisa y hasta el sentido del humor cuando dijo que podría volverlo a repetir pronto. Porque espero que eso fuera una broma.

No hubo desgarro, apenas sangraba, esperamos para cortar el cordón, que lo hice yo con ayuda de las doulas, poco después salió la placenta sin problemas. Cristina y Lucía limpiaron todo, rellenaron los papeles y nos dejaron tranquilos, en nuestra cama, en nuestra habitación, en nuestra casa, con nuestro hijo, para poder respirar y asimilar una de las experiencias más emotivas, intensas, emocionantes y, desde luego, importantes de nuestras vidas. Una experiencia que decidimos tener, y por suerte pudimos, a nuestra manera y pudimos compartir con gente maravillosa que nos acompañó de la mejor forma posible, sin duda, de la forma que necesitábamos.


Con los ojos de Vicky:

Llenarse de amor para convertir el dolor en fuerza.
Eso es lo que significó para mí el parto de Nalu.

Me es imposible recordar el tiempo o las horas del parto, no tenía control de nada, y eso era algo maravilloso, dejar el control, confiar en mí, en el proceso y en la vida. Puedo diferenciar claramente dos partes del parto, cuando me llenaba de amor y cuando todo ese amor hizo que convirtiera el dolor en fuerza.

Yo sabía que mi cuerpo estaba preparado para parir como una mamífera y en manada, la mía, la que yo había elegido. Guille, Lucía, Cristina y Mikel fueron mi manada, el soporte perfecto, el equipo que me hizo sentir protegida y cuidada, dándome todo lo que necesitaba incluso cuando ni yo sabía qué era.

Cada contracción estaba llena de amor, cuando venía la contracción fuerte e intensa, sentía el apoyo, sentía a Guille como mi pilar, fuerte, sólido, una roca, la parte indispensable que me sostenía y que no me dejaba caer.

En cada contracción Lucía venía conmigo, acompañando mi sonido con el suyo, no era solo nuestra voz, venía desde mucho más adentro. Me acompañaba sin empujarme ni guiarme. Estaba conmigo sin invadirme, dejándome ser yo, escuchándome, conociéndome, haciéndose a mí. Y mientras tanto, hacía magia con sus manos en mi espalda y me aliviaba el dolor.

Cuando paraba la contracción, el amor se iba haciendo grande, me salía desde dentro, como si Nalu lo trajera todo con él. Recuerdo mirar con mucho amor, miraba a Guille y me sentía afortunada por tener a semejante hombre a mi lado. Recuerdo ver a Lucía y sentir la conexión especial que pude sentir el primer día que la conocí. Me daban paz y yo me sentía querida, empoderada, una mujer fuerte y capaz. También recuerdo cómo Cris se encargaba de todo, y cómo Mikel estaba conmigo sin estar, eso me llenaba de tranquilidad, todo iba como tenía que ir.

Para mí el tiempo era incontable y la única medida que tomaba era el amor que sentía entre una contracción y otra, cada vez había más y más, y es que hace falta mucho amor para conseguir convertir el dolor en fuerza.

Las contracciones venían más intensas y ahí fue cuando necesitaba transformar el dolor en fuerza. Empezó el expulsivo. Duro, intenso, pero eso ya no lo recuerdo, se me olvidó un segundo después de que naciera Nalu. Tengo imágenes en mi cabeza, me escucho gritando y sigo sintiendo el apoyo que recibía. De vez en cuando necesitaba saber que Nalu estaba bien, que todo estaba yendo bien, pero era fácil recibir la tranquilidad que ellos tenían. Mientras, yo seguía ensimismada en que el dolor me diera fuerza, y en eso pensaba cuando venía cada contracción, en empujar.

Agarraba fuerte a Guille y a Lucía, necesitaba sentirles, apretarles. De vez en cuando miraba a Guille, estaba feliz de que estuviera allí, yo quería que él fuera una parte activa del parto y lo estaba siendo.
A mi izquierda estaba Lucía, en calma, a través de ella, de una manera que no podría explicar sentía su confianza en mí. Sentía cómo ella estaba segura de mi fuerza, era como si me conociera y supiera perfectamente quién y cómo soy.

Mikel por su parte lo tenía todo bajo control. Me contaba el camino y yo intentaba ir hacia allá. Él me daba la luz que necesitaba para situarme y para ir un paso más allá. Yo sentía que todo iba bien a través de él y esa confianza se la había ganado durante el embarazo, sumando siempre y dando soporte. Y mientras tanto, Cristina me cuidaba, me daba aire y nos apoyaba.

Venía la contracción, el dolor me inundaba y con ese amor que habíamos cultivado, soltaba el aire empujando con fuerza. Así una y otra vez. Entre contracciones solo necesitaba guardar energía, utilizar las palabras justas para pedir si necesitaba aire o agua y dejarme ir un poquito para llenarme de fuerza otra vez.

Sin ser muy consciente del tiempo que llevaba empujando, de repente la cabecita de Nalu comenzaba a asomar y ahí empecé a ver el final muy cerca, eso me dio más fuerza aún. A partir de aquí el dolor era diferente, se llevaba mejor. En mi recuerdo, a partir de este momento solo hicieron falta un par de contracciones más acompañadas de las palabras de apoyo de Guille y rápidamente Nalu ya estaba llorando en mi pecho.

 

Recuerdo la mirada de Guille y el calor de Nalu. Nunca antes había sentido tanto amor como en ese momento. Se respetó nuestro espacio, Mikel, Lucía y Cris estuvieron justo lo que necesitamos y luego nos quedamos los 3 en nuestra cama disfrutando de las primeras respiraciones de Nalu y yo seguía en mi mundo del amor sintiéndome una mujer afortunada por lo que acababa de vivir y por todo lo que me rodeaba.

 

Efecto en la materia del masaje tántrico

En el masaje tántrico la materia y el espíritu se funden y la poesía  surge donde es difícil poner palabras. Un alma sensible se eleva en conexión y vive su viaje de reflejos. Yo soy tu, tu eres yo. No hay distancia, tiempo ni edad. Es fusión en movimiento.

 

Lo creado es un reflejo de lo intangible, de lo que No Tiene Nombre. El ojo es lo que ve, pero no el que ve, así pues, nuestros cuerpos son un mero transmisor, pero no el que siente.

Una nueva experiencia, por otra parte insospechada, ha caído como brasa divina a mis pies. Bien se yo esta brasa de amor de donde sale, pero nunca sentí un ángel con mi misma carne, bebiendo del mismo vino, que nos embriaga de dicha y felicidad. El léxico apenas puede describir mis sentimientos.

Dicen que al final pasan rápidamente las escenas vividas, pero esta tarde pasará nítida y despacio, y sé, que algún día nos volveremos a abrazar como hoy.

Las almas se encienden, pero es de una misma Luz. Mediante el tantra me enseñaste ese milagro de arder en el mismo fuego, de prender uno de otro y ambos arder en la misma luz.

Gracias por tu llama, tu amor y tu luz.

R.

La conexión con la naturaleza y el masaje tántrico

La confianza es importante, sobretodo cuando la experiencia se percibe como extraordinaria y fuera del ámbito de la zona de confort. Es hermoso ver como se despliega lo sutil y lo sagrado, como el Ser se siente honrado y celebra la Vida.

 

Me gusta vivir mi sexualidad de forma privada, sólo conmigo misma o con mi pareja, cuando la tengo.

Sin embargo, como conozco a Llucia y confío plenamente en ella, decidí abrirme a la posibilidad de experimentar aquello que sentía que sería bello y sanador para mí.

No quise buscar información para no condicionarme. Simplemente decidí confiar.

La experiencia fue preciosa. Me sentí muy cómoda en todo momento, con mucha paz y gratitud.

Me tranquilizó sentir, durante toda la sesión, el acompañamiento sutil, delicado y respetuoso, desde lo sagrado, que es el lugar que ocupa la sexualidad para mí.

Sentí como si se tratara de un ritual ancestral de pureza y consciencia, en el que se honra al ser, y el cuerpo recupera su sabiduría, su conexión con la madre naturaleza, que nos sostiene y nos ama sin pedir nada.

Ojalá nuestra iniciación al amor se diera de esa forma, consciente y saludable, para todos.

Gracias, querida Llucia.

M.A

La memoria del cuerpo en el masaje tántrico

Es impresionante cuando hago un masaje tántrico y veo vibrar el cuerpo para sacar a la luz las memorias profundas de los tejidos, para sanarlos.

 

Lo primero que sentí fue casi una memoria. Imaginé los antiguos templos donde se iniciaba a los y las jóvenes en el arte de la sexualidad.

Sentí con claridad como aquellas iniciaciones imprimían en nuestros cuerpos la referencia de cómo es ser tocadas con respeto, con honestidad y amor. Me embargó una gran sensación de desamparo al reconocer la lejanía de esta memoria… Y lo huérfanos y huérfanas que estamos a la hora de aprender cómo vincularnos con nuestro propio cuerpo y, también, con el goce de estar vivas y vivos.

El resto del masaje fue un viaje largo, entre el entregarme y el permitirme ser atravesada por sensaciones e imágenes, así como por el dolor cristalizado en mis tejidos.

Nada más sanador que poder liberar el cuerpo de sus cargas, sobre todo de la mano guía, amorosa y certera de Llucia.

Liberar para conectar… O, sencillamente, para que se manifieste lo que siempre ha estado: el sabio diálogo entre nuestra base y nuestro corazón.

Toda mi gratitud.

A.

 

 

Lo sublime en el masaje tántrico

Veo como en cada persona se crea una resonancia única cuando recibe un masaje tántrico, para cada experiencia hay un aprendizaje. Presenciar como se integran todas las partes del Ser, es un gran regalo.

 

Per definir la meva experiència  en una sola paraula diria SUBLIM!.

Despertar i incloure l’energia sexual dins el massatge per llavors recanalitzar-la, em sembla una eina formidable per a fomentar  l’apoderament  personal.

El fet de què aquest tipus de massatge sensitiu,  inclogui, si la persona accepta,  les zones erògenes  , aquelles que normalment es mantenen al marge durant la sessió d’un massatge terapèutic convencional, fa que se te despertin un sense fi d’emocions, sentiments i sensacions que van més enllà del cos físic.

El trobo un tipus de massatge molt respectuós i  integrador de tot allò que mos defineix i caracteritza com a éssers humans.

M.M.

 

Para definir mi experiencia en una sola palabra diría ¡SUBLIME !.

Despertar e incluir la energía sexual dentro del masaje para después recanalizarla, me parece una herramienta formidable para fomentar el empoderamiento personal.

El hecho de que este tipo de masaje sensitivo, incluya, si la persona acepta, las zonas erógenas, aquellas que normalmente se mantienen al margen durante la sesión de un masaje terapéutico convencional, hace que se te despierten un sin fin de emociones, sentimientos y sensaciones que van más allá del cuerpo físico.

Lo encuentro un tipo de masaje muy respetuoso e integrador de todo aquello que nos define y caracteriza como seres humanos.

M.M.

El masaje tántrico y el placer

No puedo saber qué regalo va a traer un masaje tántrico, porque al CONECTAR siempre es un misterio lo que necesita ser expresado y lo que estás preparado para conocer, en realidad solo está garantizado que lo que surge es una experiencia auténtica. De esas que te tocan el corazón. Es precioso descubrir que el placer está en ti y que nunca es tarde cuando, por cualquier motivo, se cortó la conexión en tu cuerpo.

«Asombrada por la experiencia cuando te dejas fluir, te dejas Ser, te dejas sentir, te rindes al placer, no importa el sexo, no importa la persona, no importa quién sea,… lo importante es estar presente en el aquí y ahora, el placer siempre está cuando te abres y lo dejas entrar»

E.

 

 

El umbral de la consciencia al parir

En cada parto una mujer traspasa el umbral de la consciencia y, desde mi lugar privilegiado como doula, la veo transformarse mientras eso sucede y surge la poesía en cada gesto de su cuerpo y en el alma de cada miembro de la familia que se va ampliando. Y ella retorna de su viaje convertida en otra mujer. María así lo cuenta con sus propias palabras de amor.

 

 

PARINT

(Sentiments del part i cap als meus tres fills)

 

«Jo, perfecta i imperfecta, madura, immadura, pura i impura, neta, tacada, pacient i impacient… Aquest vespre ho sóc tot i  tot se’m desperta. Tot visc i revisc de nou, però com la primera vegada i també diferent, cada un únic, però el mateix sentiment. Sentiments fugaços, però arrelats al meu jo més profund, al jo que sóc dins meu, al jo que sóc vosaltres, als meus tres jo. Al meu vosaltres.

Sentiments sense nom i sense explicació, sentiments d’amor pur i profund, sentiments eterns que sempre tendré per les meves tres vides.

Instants complets, plens i conscients, tenaços i vius, sobretot vius. Vius i tendres, instants que duren, moments que medren dins meu i el meu cos recorda, moments que deixen petjada implacable, que provoca canvis i alimenta el meu esperit, la meva essència. Aquest jo del que parl i que he descobert. Més jo que mai…, més vosaltres que mai…

Sent que tots som un i que cada un és seu, amb la seva diferència, però el mateix batec, fil invisible que ens uneix i manten el nostre amor, cordó de mare i fill irrompible, inquebrantable, forjat amb amor profund invisible però ferm, etern i únic, sorgit de les nostres profunditats…

 

Gràcies fills meus per haver nascut, gràcies equip, per provocar en jo tot l’escrit.»

acompañArte

Testimonio Marion, Joan y Aloc (23-03-19)

Ni recuerdo a que hora llegamos el equipo de parto a casa de Marion, pero recuerdo los gritos. Pensé, esto suena a estar dilatada de 8 cm. Cuando el comadrón la miró, le dijo que estaba de 1-2 cm. Tuve la tentación de pensar que parecía imposible que Marion pudiera aguantar lo que le quedaba de parto sin ponerse la epidural… pero mi forma de acompañar siempre es de confianza, he comprobado muchas veces que hay mujeres con fortalezas inquebrantables y que la vida da toda clase de sorpresas. La primera de las fortalezas fue no desmoronarse ante la noticia que anunciaba que apenas estaba empezando el parto.
Ella iba avanzando, con una intensidad constante y en aumento, con unos sonidos sobrehumanos (solo factibles para gargantas entrenadas), paso a paso acercándose, con determinación.
Llegó el momento crítico (decidir si ir al hospital o no, con gran agotamiento), por ecógrafo se comprobó que la dificultad en descender y la fuerza de las sensaciones, eran debidas a cómo venía posicionada la cabeza. Saber eso nos ayudó a decidir utilizar la técnica ancestral del manteo (mientras pedíamos al universo el resto de ayudas). Y pasó algo. Y todo se enderezó. Y hubo coraje para continuar.
Recuerdo los ricos aromas de las esencias especiales para el parto, que fabrica con un alambique el papá de Aloc. Me quedo con el regalo del olor del Mirto, que para mi huele a tierra húmeda con hojas y setas.
El milagro sucedió de nuevo, una mujer fue Diosa y parió a su hijo. La vida abriéndose paso.
Gracias por ser testigo de cuanto poder reside en nuestros cuerpos.
He tardado 15 meses en encontrar el momento y el sentir para escribir este texto que constantemente quería escribir como otra forma de agradecimiento por la importantísima presencia de las doulas Lucía y Cristina en mi parto.
Cuando supe que estaba embarazada, sentí que empezaba un camino de transformación profunda. Tenía muy claro que quería parir en casa y me armé de coraje porque sabía que me iba a encontrar con espejos que repudiarían mi decisión, sabía que iba a ser juzgada. Batallé para poder tener el parto que mi instinto me guiaba.
Mientras paría a mi hijo, el dolor era inabarcable. Sentía que me iba con él, que me bloqueaba con él.
¿Cómo se relaja una cuando siente que la desgarran y abren desde dentro?
Lucía y Cristina me sostuvieron con dulzura y amor pero también con mucha firmeza y claridad, aspecto que era exactamente lo que precisaba.
Muchas sensaciones de mi parto han cambiado con el tiempo, pero hay una imagen que siempre me acompaña cuando lo relato: el momento de inflexión. El momento en que me di cuenta que tenía que cambiar el «chip» y fluir con el dolor. Ya estaba de 10 cm pero mi hijo quería salir de cara, mirando a las estrellas, siempre digo. Recuerdo que Lucía cogió un pañuelo oscuro y deslizando con decisión el pañuelo sobre mi barriga daba pequeños tirones hacia la dirección en la que mi hijo tenía que rotar, empecé a dejar que el dolor me atravesara con el canto. Así, Aloc, mi maravilloso hijo giró y se encajó para bajar por el canal del parto. El primer gran viaje de la Vida.
Fue entonces, el momento de empujar. Juro que me visitaron todas mis ancestras, incluso ancestras de tiempos vikingos. Lloré y grité sus partos además del mío. ¡Cómo grité, por Dios! Lucía me decía que no gritara tanto al principio porque luego en el momento de realmente necesitar «gritar» no tendría voz. Yo pensaba: «tengo vozarrón de cantante, aguantarán mis cuerdas vocales mis gritos».
Recuerdo a Lucía a mi izquierda y a mi amor a la derecha conectándose con esa fuerza vikinga ayudándome a empujar. Recuerdo a mi comadrón dándome caña para que no bajara el ritmo. Ahora, tras 15 meses desde una de las mejores experiencias de mi vida, me doy cuenta que me parí a mí misma junto a mi hijo. Cuando tomé a Aloc en brazos después de 8 horas de parto, ni una sola célula de mi cuerpo dudó en reafirmar que la decisión de parir en casa y con las personas que había elegido había sido la correcta. Y sigo sintiendo que Lucía y el pañuelo fueron cruciales para que Aloc acabara naciendo en nuestra mágica casa.
Creo en las decisiones que se enraízan en el corazón y cada vez que cojo a mi hijo de su cuna, pegada a mi cama, pienso en lo bonito que es que Aloc duerma exactamente en el lugar donde nació y rezo para que esta forma de parir deje de considerarse una locura para verse como un gran privilegio. Es más, rezo para que parir de esta forma ya no sea un privilegio sino una normalidad sagrada.
Gracias Lucía
acompañArte

Testimonio Tamar, Matías y Aroha (17-03-20)

Estábamos al inicio de la cuarentena, era de las primeras veces acompañando con mascarilla, Tamar ya estaba en faena cuando llegamos, y ahí estuvo horas y horas, … recuerdo música muy buena y a volumen alto a ratos, recuerdo el olor de comida casera, los gemidos, los ratos de espera entre contracciones (siempre digo que parir es el arte de esperar), también su postura preferida para transitar las contracciones,…  pero sobretodo recuerdo la entereza que sostuvo hasta el final. Gracias por la lección de Vida.

Fotografías Antònia Heredia Ferrà

17 de marzo de 2020 Aroha decide nacer, la noche de antes empecé con las contracciones, como buena primeriza dudaba si llamar al equipo, ya que no eran regulares, pero sentía que algo diferente estaba pasando, así que a eso de las 2 de la mañana llamé. Me tranquilizó escuchar la voz alegre del comadrón al saber que la cosa empezaba. Yo me sentía ilusionada, sentía lo sagrado del momento, para el que me había preparado tanto. A las 7 de la mañana apareció el equipo, Cristina, Llucia y Mikel por la puerta, yo había pasado toda la noche despierta buscando las mejores posturas, respirando y confiada, cuando los vi entrar me alegré mucho, quería saber como estaba yendo y sentir ese calor humano. La casa pequeña de Selva se lleno rápido, desplegaron el material y aunque solo podía verles los ojos por las mascarillas, me bastaba sentir esa mirada de complicidad, amorosa y sostenedora. 

Enseguida LLucia soltó los bártulos y vino a tocarme, nos abrazamos entre contracción y contracción, sentí su calor, como el de una madre. Trepó al sofá y se adaptó al poco espacio que le dejé, no necesitó que le hiciera sitio (dice que las doulas deben estar en forma) y de cuclillas a mi lado paso el día, las horas, entre masajes, palabras de ánimo y miradas de puro amor y comprensión. 

Sentí que podía con todo, me sentí recogida entre profesionales con una alta calidad humana, porque no está reñida una cosa con la otra, sentí que mi elección de hacer un parto en casa era totalmente acertada y me di las gracias por escuchar a mi corazón y no a los miedos de otras personas. Una y otra vez elegiría pasar esta aventura en mi hogar y con ellos.  

Pasamos el día entre música, gemidos y olor a pizzetas en el horno que hacia mi amiga/hermana, se podía sentir lo sagrado del momento, cada uno tenía su misión y danzaban todos a mi alrededor, me sentía una verdadera Diosa, pudiendo soltarme, desinhibirme y sentirme animal. Ese espacio de confianza, de hormonas en el aire, de gemidos, de sudor y frío al mismo tiempo, de dolor vivo y sagrado, de manos que me tocaban en su justa medida, de palabras que me acompañaban el alma, de miradas de fe en mi misma, se ha quedado grabado en mi como la experiencia mas trascendental, auténtica y amorosa, la mejor manera de darle la bienvenida a una nueva vida. 

Gracias infinitas por formar parte de nuestra historia de hoy y de siempre.

acompañArte