Testimonio Tamar, Matías y Aroha (17-03-20)

Estábamos al inicio de la cuarentena, era de las primeras veces acompañando con mascarilla, Tamar ya estaba en faena cuando llegamos, y ahí estuvo horas y horas, … recuerdo música muy buena y a volumen alto a ratos, recuerdo el olor de comida casera, los gemidos, los ratos de espera entre contracciones (siempre digo que parir es el arte de esperar), también su postura preferida para transitar las contracciones,…  pero sobretodo recuerdo la entereza que sostuvo hasta el final. Gracias por la lección de Vida.

Fotografías Antònia Heredia Ferrà

17 de marzo de 2020 Aroha decide nacer, la noche de antes empecé con las contracciones, como buena primeriza dudaba si llamar al equipo, ya que no eran regulares, pero sentía que algo diferente estaba pasando, así que a eso de las 2 de la mañana llamé. Me tranquilizó escuchar la voz alegre del comadrón al saber que la cosa empezaba. Yo me sentía ilusionada, sentía lo sagrado del momento, para el que me había preparado tanto. A las 7 de la mañana apareció el equipo, Cristina, Llucia y Mikel por la puerta, yo había pasado toda la noche despierta buscando las mejores posturas, respirando y confiada, cuando los vi entrar me alegré mucho, quería saber como estaba yendo y sentir ese calor humano. La casa pequeña de Selva se lleno rápido, desplegaron el material y aunque solo podía verles los ojos por las mascarillas, me bastaba sentir esa mirada de complicidad, amorosa y sostenedora. 

Enseguida LLucia soltó los bártulos y vino a tocarme, nos abrazamos entre contracción y contracción, sentí su calor, como el de una madre. Trepó al sofá y se adaptó al poco espacio que le dejé, no necesitó que le hiciera sitio (dice que las doulas deben estar en forma) y de cuclillas a mi lado paso el día, las horas, entre masajes, palabras de ánimo y miradas de puro amor y comprensión. 

Sentí que podía con todo, me sentí recogida entre profesionales con una alta calidad humana, porque no está reñida una cosa con la otra, sentí que mi elección de hacer un parto en casa era totalmente acertada y me di las gracias por escuchar a mi corazón y no a los miedos de otras personas. Una y otra vez elegiría pasar esta aventura en mi hogar y con ellos.  

Pasamos el día entre música, gemidos y olor a pizzetas en el horno que hacia mi amiga/hermana, se podía sentir lo sagrado del momento, cada uno tenía su misión y danzaban todos a mi alrededor, me sentía una verdadera Diosa, pudiendo soltarme, desinhibirme y sentirme animal. Ese espacio de confianza, de hormonas en el aire, de gemidos, de sudor y frío al mismo tiempo, de dolor vivo y sagrado, de manos que me tocaban en su justa medida, de palabras que me acompañaban el alma, de miradas de fe en mi misma, se ha quedado grabado en mi como la experiencia mas trascendental, auténtica y amorosa, la mejor manera de darle la bienvenida a una nueva vida. 

Gracias infinitas por formar parte de nuestra historia de hoy y de siempre.

acompañArte

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