Testimonio Marion, Joan y Aloc (23-03-19)

Ni recuerdo a que hora llegamos el equipo de parto a casa de Marion, pero recuerdo los gritos. Pensé, esto suena a estar dilatada de 8 cm. Cuando el comadrón la miró, le dijo que estaba de 1-2 cm. Tuve la tentación de pensar que parecía imposible que Marion pudiera aguantar lo que le quedaba de parto sin ponerse la epidural… pero mi forma de acompañar siempre es de confianza, he comprobado muchas veces que hay mujeres con fortalezas inquebrantables y que la vida da toda clase de sorpresas. La primera de las fortalezas fue no desmoronarse ante la noticia que anunciaba que apenas estaba empezando el parto.
Ella iba avanzando, con una intensidad constante y en aumento, con unos sonidos sobrehumanos (solo factibles para gargantas entrenadas), paso a paso acercándose, con determinación.
Llegó el momento crítico (decidir si ir al hospital o no, con gran agotamiento), por ecógrafo se comprobó que la dificultad en descender y la fuerza de las sensaciones, eran debidas a cómo venía posicionada la cabeza. Saber eso nos ayudó a decidir utilizar la técnica ancestral del manteo (mientras pedíamos al universo el resto de ayudas). Y pasó algo. Y todo se enderezó. Y hubo coraje para continuar.
Recuerdo los ricos aromas de las esencias especiales para el parto, que fabrica con un alambique el papá de Aloc. Me quedo con el regalo del olor del Mirto, que para mi huele a tierra húmeda con hojas y setas.
El milagro sucedió de nuevo, una mujer fue Diosa y parió a su hijo. La vida abriéndose paso.
Gracias por ser testigo de cuanto poder reside en nuestros cuerpos.
He tardado 15 meses en encontrar el momento y el sentir para escribir este texto que constantemente quería escribir como otra forma de agradecimiento por la importantísima presencia de las doulas Lucía y Cristina en mi parto.
Cuando supe que estaba embarazada, sentí que empezaba un camino de transformación profunda. Tenía muy claro que quería parir en casa y me armé de coraje porque sabía que me iba a encontrar con espejos que repudiarían mi decisión, sabía que iba a ser juzgada. Batallé para poder tener el parto que mi instinto me guiaba.
Mientras paría a mi hijo, el dolor era inabarcable. Sentía que me iba con él, que me bloqueaba con él.
¿Cómo se relaja una cuando siente que la desgarran y abren desde dentro?
Lucía y Cristina me sostuvieron con dulzura y amor pero también con mucha firmeza y claridad, aspecto que era exactamente lo que precisaba.
Muchas sensaciones de mi parto han cambiado con el tiempo, pero hay una imagen que siempre me acompaña cuando lo relato: el momento de inflexión. El momento en que me di cuenta que tenía que cambiar el «chip» y fluir con el dolor. Ya estaba de 10 cm pero mi hijo quería salir de cara, mirando a las estrellas, siempre digo. Recuerdo que Lucía cogió un pañuelo oscuro y deslizando con decisión el pañuelo sobre mi barriga daba pequeños tirones hacia la dirección en la que mi hijo tenía que rotar, empecé a dejar que el dolor me atravesara con el canto. Así, Aloc, mi maravilloso hijo giró y se encajó para bajar por el canal del parto. El primer gran viaje de la Vida.
Fue entonces, el momento de empujar. Juro que me visitaron todas mis ancestras, incluso ancestras de tiempos vikingos. Lloré y grité sus partos además del mío. ¡Cómo grité, por Dios! Lucía me decía que no gritara tanto al principio porque luego en el momento de realmente necesitar «gritar» no tendría voz. Yo pensaba: «tengo vozarrón de cantante, aguantarán mis cuerdas vocales mis gritos».
Recuerdo a Lucía a mi izquierda y a mi amor a la derecha conectándose con esa fuerza vikinga ayudándome a empujar. Recuerdo a mi comadrón dándome caña para que no bajara el ritmo. Ahora, tras 15 meses desde una de las mejores experiencias de mi vida, me doy cuenta que me parí a mí misma junto a mi hijo. Cuando tomé a Aloc en brazos después de 8 horas de parto, ni una sola célula de mi cuerpo dudó en reafirmar que la decisión de parir en casa y con las personas que había elegido había sido la correcta. Y sigo sintiendo que Lucía y el pañuelo fueron cruciales para que Aloc acabara naciendo en nuestra mágica casa.
Creo en las decisiones que se enraízan en el corazón y cada vez que cojo a mi hijo de su cuna, pegada a mi cama, pienso en lo bonito que es que Aloc duerma exactamente en el lugar donde nació y rezo para que esta forma de parir deje de considerarse una locura para verse como un gran privilegio. Es más, rezo para que parir de esta forma ya no sea un privilegio sino una normalidad sagrada.
Gracias Lucía
acompañArte
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