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parto con doula

Testimonio de Coloma y Jan (27-01-23)

Coloma ha enfrentado su segunda maternidad como madre soltera, con una entereza poco común. Hemos avanzado juntas en ese acercarse con el máximo de consciencia a abrazar a su hijo y a todos los aprendizajes que lleva con él.

Una vez llegado el momento del parto todo iba potente, rápido y fluido… pero la vida tiene sus propias sorpresas. En este caso, la razón por la que se alargó mucho el expulsivo, ganando cada milímetro muy lentamente, fue porque Jan llevaba la cabeza un poco ladeada (lo que se llama asinclitismo), por lo que hubo que aplicar diferentes ayudas mecánicas para favorecer el descenso del bebé y, sobre todo, una gran fuerza interna, de esa que nace del amor, entre madre e hijo, para llegar a buen puerto.

Cuando por fin nació Jan, estábamos todas en el planeta parto, impregnadas de oxitocina y felices de verle, por fin, la cara. Menuda aventura, nada más llegar a esta tierra…. ¡bienvenido Jan! Aquí va el testimonio de su madre, una mujer de bandera.

Relato nacimiento de  Jan

A dos días de llegar a la semana 42, nació mi segundo hijo, Jan. Teniendo en cuenta que mi primera hija había nacido a las 38, en un parto precipitado, natural, sin epidural, es de imaginar las expectativas que tenía con este segundo.

Desde las dos rayitas de la prueba, todo ha sido completamente diferente. Este embarazo, deseado, aunque sin planificar, llegaba cargado de miedos, preocupaciones, bloqueos, decisiones… Y no sería el momento de recibir a Jan al otro lado de la piel que fuera fácil y rápido. Este, necesitaba calma y conciencia desde su inicio.

Por suerte, a mediados de embarazo, la vida me cruzó con la Llucia, la que sería mi ángel en esta transformación.

Día 26 me desperté perdiendo el tapón mucoso. Después de la visita a monitores, y picar unas tostadas con aguacate, empecé a sentir las oleadas uterinas algo más potentes que de costumbre. Sabía que estaba arrancando y que pronto abrazaría a mi pequeño. Aun así, ¡intenté doblar la ropa que tenía pendiente! Sin éxito, claro.

A las 15h llamé a Llucia, para que viniera a casa, puesto que eran intensas y bastante seguidas.
Al llegar, estuvimos un poco en casa, pelota, saco de semillas calentitas… pero las oleadas cogían cada vez más fuerza, así que acabamos de preparar la bolsa del hospital y partimos.

Llegadas a paritorio, ¡la sala con la bañera estaba disponible!

Pronto empecé a sentir las ganas de empujar… pero Jan no bajaba. Pasaba el tiempo… ¡horas! Y Jan seguía sin nacer. En ningún momento bajaron sus pulsaciones, aunque yo empezaba a sentir que teníamos que hacer alguna cosa diferente para avanzar. Pedí si me ponía la epidural le ayudaríamos… la respuesta fue no, así que seguí cantando cada oleada. Necesitaba desbloquear la garganta, que tan ligada está al canal de parte, había tantas cosas silenciadas en este embarazo…

Con Llucia decidimos salir de la bañera y que la comadrona hiciera un tacto. Así vieron que había un reborde en el cuello del útero, y que Jan no estaba bien colocado.

Una vez quitado el reborde, Llucia me ayudó a hacer unos ejercicios y después a volver a entrar dentro de la bañera. Aquí fue el momento que el trabajo que estábamos haciendo Jan y yo avanzó enseguida.
En todo el proceso, Llucia y las comadronas me acompañaron con todo el amor y respeto que podía desear. En este proceso, donde me sentía tan vulnerable, sentí que Jan y yo no podíamos estar mejor acompañados. Mujeres sosteniendo a otra mujer que renacerá, con toda la confianza que ella lo puede hacer.

Los cantos menguaron cuando Jan ya se dejaba ver.

Cuando salió la cabeza, esperando la última contracción, tuve un despertar. Era cierto que lo había gestado y que bien pronto lo tendría en mi pecho.

Salió, lo cogí, y despacio nos abrazamos.

Aquí empezaba la aventura de mi bimaternitat, tan deseada como temida. Cierto que no podíamos haber estado mejor acompañados.

Este primero mes no ha sido fácil. Pero recuerdo que Jan y yo hacemos un buen equipo y que no estamos solos. Esto me da aliento.

Gracias a la vida por cruzarme con profesionales tan respetuosos. Y a Llucia, por cuidarnos con tanto amor durante esta etapa.

Jan y Coloma

parto en bañera

Testimonio original:

Relat naixement d’en Jan

A dos dies d’arribar a la setmana 42, va néixer el meu segon fill, en Jan. Tenint en compte que la meva primera filla havia nascut a les 38, en un part precipitat, natural, sense epidural, es d’imaginar les expectatives que tenia amb aquest segon.

Des de les dues ratxetes de la prova, tot ha estat completament diferent. Aquest embaràs, desitjat, encara que sense planificar, arribava carregat de pors, preocupacions, bloquejos, decisions… I no seria el moment de rebre a en Jan a l’altra banda de la pell que fos fàcil i ràpid. Aquest, necessitava calma i consciència des del seu inici.

Per sort, a mitjan embaràs, la vida em va creuar amb na Llucia, la que seria el meu àngel en aquesta transformació.

Dia 26 em vaig despertar perdent el tap mucós. Després de la visita a monitors, i picar unes torrades amb alvocat, vaig començar a sentir les onades uterines una mica més potents que de costum. Sabia que estava arrancant i que prest abraçaria al meu petit. Així i tot, vaig intentar plegar la roba que tenia pendent! Sense èxit, clar.

A les 15h vaig cridar a na Llucia, perquè vingués a casa, ja que eren intenses i bastant seguides.
En arribar, vàrem estar una mica a casa, pilota, sac de llavors calentet… però les onades prenien de cada vegada més força, així que vàrem acabar de preparar la bossa de l’hospital i vàrem partir.

Arribades a paritori, la sala amb la banyera estava disponible!

Aviat vaig començar a sentir les ganes d’empènyer… però en Jan no baixava. Passava el temps… hores! I en Jan seguia sense néixer. En cap moment varen baixar les seves pulsacions, encara que jo començava a sentir que havíem de fer qualque cosa diferent per avançar. Vaig demanar si em posava l’epidural l’ajudaríem… la resposta va ser no, així que vaig seguir cantant cada onada. Necessitava desbloquejar la gargamella, que tant lligat està al canal de part, hi havia tantes coses silenciades en aquest embaràs…

Amb na Llucia vàrem decidir sortir de la banyera i que la comare fes un tacte. Així varen veure que hi havia un plec al coll de l’úter, i que en Jan no estava ben col·locat.

Una vegada llevat el plec, na Llucia em va ajudar a fer uns exercicis i després a tornar a entrar dins la banyera. Aquí va ser el moment que la feina que estàvem fent en Jan i jo va avançar de seguida.
En tot el procés, na Llucia i les comares em varen acompanyar amb tot l’amor i respecte que podia desitjar. En aquest procés, on em sentia tan vulnerable, vaig sentir que en Jan i jo no podíem estar millor acompanyats. Dones sostenint a una altra dona que renaixerà, amb tota la confiança que ella ho pot fer.

Els cants varen minvar quan en Jan ja es deixava veure.

Quan va sortir el cap, esperant la darrera contracció, vaig tenir un despertar. Era cert que l’havia gestat i que ben aviat el tindria al meu pit.

Va sortir, el vaig agafar, i a poc a poc ens vàrem abraçar.

Aquí començava l’aventura de la meva bimaternitat, tant desitjada com temuda. Cert que no podíem haver estat més ben acompanyats.

Aquest primer mes no ha estat fàcil. Però record que en Jan i jo fem un bon equip i que no estem sols. Això em dona alè.

Gràcies a la vida per creuar-me amb professionals tan respectuosos. I a na Llucia, per cuidar-nos amb tant d’amor durant aquesta etapa.

Jan i Coloma

Testimonio parto con doula

Testimonio Mª Francisca, Bernat y Antonina (18-02-23)

Hay fuerza y determinación en Mª Francisca, además de amor a raudales, en este caso tuvo que hacer acopio de todo ello para pasar el umbral. Nunca sabemos por donde puede venir una prueba de esas que ponen al límite la resistencia,… a pesar de tener una dilatación muy potente pero fluida, el expulsivo fue de ir ganando cada milímetro de descenso de su hija por la cadera, con esfuerzo de leona. Cuando por fin nació Antonina, pudimos ver la razón por la que le costó tanto bajar … venía con una mano en su cara. Fue un final de película, con un cansancio infinito y una felicidad a la altura de la intensidad de la experiencia. Oxitocina a chorro para todos.

Gracias por la experiencia y por la confianza.

Aquí van sus palabras.

Después de un primer parto que para mí supuso como perder algo de mi misma, esta vez, de cara al parto de nuestra hija, quisimos apostar por un acompañamiento. Algo que nos permitiese un proceso más consciente y donde las inquietudes y dudas pudieran ser resueltas o, al menos, afrontadas.

Esta vez, con Llucia, el camino ha sido diferente. Muy intenso, eso sí, pero más amable y empoderador.

Nuestra hija Antonina ha nacido con la fuerza que tiene un cuerpo cuando hace un niño, que sale de muchos lugares recónditos que no sabemos que están allí. Ahora sí que ha sido una experiencia sanadora y que me ha devuelto la confianza en mi misma, en mi mujer salvaje, la que da vida.

Testimonio original:

Després d’un primer part que per a mi va suposar com a perdre qualque cosa de jo mateixa, aquesta vegada, de cara al part de la nostra filla, vàrem voler apostar per un acompanyament. Quelcom que ens permetés un procés més conscient i on les inquietuds i dubtes poguessin ser resolts o, si més no, afrontats.

Aquesta vegada, amb na Llucia, el camí ha estat diferent. Molt intens, això sí, pero més amable i empoderador.

La nostra filla Antonina ha nascut amb la força que té un cos quan fa un infant, que surt de molts de llocs recòndits que no sabem que hi són. Ara sí que ha estat una experiència sanadora i que m’ha tornat la confiança amb jo mateixa, amb la meva dona salvatge, la que dona vida.

Testimonio de Sofía, Alex y Sakura

Sofía es una «flaquita» (como dicen en su tierra) con mucho fuego en el alma y en ese crisol, nació Sakura, una niña muy especial que tiene unos ojos profundos, con una mirada de «alma vieja». Muchas cosas buenas han salido de mi relación con Sofía, desde siempre me ha demostrado su confianza, me recomienda como osteópata entre sus amig@s y cuando ellos saben que, además fui su doula, se por sus palabras que ella les habló de mi de forma muy linda.

El otro día me dijo «ya hace tiempo que te prometí mi testimonio y, por fin, tengo esto para ti»… ¡y me entregó un cuento precioso! tiene textos, dibujos y fotos que narran su experiencia de parto de manera muy creativa. Me emocionó mucho recordar aquellas horas y todo lo que vivimos juntos. Ellos son una familia muy especial, que me han hecho un regalo con corazón que me ha llegado bien adentro… ¡Gracias por tanto!

Ahí van los textos incluidos en la historia…

 

Había una vez, Sakura

En una noche cálida y sombría, de intensa medialuna, dentro de Mamá Sofía se movía, su criaturita inquieta, que esa noche nacería.

Pasaron Chaime y Jorge a visitar, pero entre gritos y contracciones, Mamá Sofía, los mandó guardar.

Papá preparó blinis con Caviar, que mamá más tarde, iba a vomitar.

A ritmo pausado, de la montaña bajaron, y al destino deseado, finalmente llegaron.

Papá preparó la habitación, por supuesto, con buena música e impecable iluminación.

Tan bien iluminada estaba la velada, que entre alaridos y patadas, Papá muy relajado, se pegó una cabezada.

Acompañada por su gran equipo, Esther la partera, Gabriel el doctor, y Lucía, su doula, después de una noche larga y dura, Mamá Sofía rompió bolsa, se venía bebé Sakura!

Tocaron la puerta, era papá, fresco y descansado, a tiempo para recibir, a la bebita que tanto habían esperado.

De un pujo salió, y sobre el pecho de mamá su bebita descansó. Un gorro de Papá Noel le pusieron pues ella era, un regalo caído del cielo.

Una vida de sonrisas, travesuras y aventura empezaba, mientras el 2017, terminaba.

Bienvenida Sakurita a este planeta, llegaste como un cometa, y con tu sonrisa y personalidad, nos regalaste la eterna felicidad.

 

La doula y el mundo de los olores

Para la profesión de doula los detalles son importantes, de hecho, marcan la diferencia, porque la doula es ahí donde pone la excelencia. Acompañar es una función muy delicada y hacerlo de forma que la persona acompañada sienta que a su lado tiene un “ángel”, es todo un arte.

Le llamo ángel, porque es lo que muchas mujeres me han dicho que han sentido cuando les he acompañado y, en mis reflexiones, veo que esa figura refleja una condición de cuidado sutil, acogedor, amoroso, discreto, incondicional,… que permite que cada mujer pueda desplegar sus propias alas durante ese proceso tan mágico de convertirse en madre, sea durante el embarazo, el parto o cuando ya tiene al bebé entre sus brazos. 

Entonces, lo más obvio, es que una doula siempre tiene que ir limpia y fresca, ya que trabaja físicamente muy cerca de la mujer que acompaña, pero a lo largo de los años he ido comprendiendo algunas cosas importantes respecto al olor cuando trabajo como doula.

Lo primero a tener en cuenta es mi propio olor que, más allá de la genética, tiene relación con la salud y el estilo de vida, así como de forma muy especial con la alimentación. Es evidente que si tengo previsto irme de parto en breve, evito las comidas con mucho ajo o con cebolla cruda, así como aquellas que para mi significan una digestión pesada.

Otra cuestión es que hay mucha diferencia entre los olores producidos por esencias naturales o esencias sintéticas. Hace tiempo descubrí que la mayoría de perfumes, colonias, ambientadores, inciensos, etc. tienen compuestos químicos que ofenden a mi sentido del olfato y, aunque se que no es así para todo el mundo, una mujer de parto tiene todos sus sentidos a flor de piel y es especialmente susceptible a los olores. Me parece una razón muy buena para dar absoluta preferencia a artículos de higiene con aromas naturales y, si la mujer quiere rodearse de estímulos olfativos, invitarla a que utilice varillas de incienso sin tóxicos. En estos casos, además, “menos es más”, como así sucede en los detalles, generalmente cuanto más discreto y sutil es el olor, mucho mejor. 

Por otro lado, me gustaría compartir sobre los olores que suceden cuando como doula acompaño en un parto, sea en casa o en hospital, ya que hay una gama intensa y muy interesante de experiencias olfativas. 

Cuando una mujer está de parto y todo sucede por vía vaginal, la mayoría de las veces, es un trabajo arduo y largo… algo así como una maratón de duración imprevista, por lo que durante todo el proceso acaba habiendo un cóctel de olores especiales. Si cierro los ojos y recuerdo, lo que me viene a la cabeza es SALVAJE (en mayúsculas), algo ancestral y profundo, una mezcla de sudor, líquido amniótico y sangre, de dulce y amargo, de oxitocina o adrenalina, de texturas inesperadas y sutilezas varias. Se entremezclan en algún momento olores de antisépticos, pero nunca predominan ante la grandeza de lo que está pasando. Es algo que a veces he comentado con otras doulas, el olor de una mujer de parto es muy especial y a mi me encanta esa naturaleza expresada en su máxima potencia.

Queda por fin, el aroma más exquisito, el de un bebé recién nacido. Nunca se olvida y nunca lo he sentido en otros lugares o personas (que no sean bebés muy pequeños). A mi me recuerda a un melocotón maduro, en la rama de un árbol a la que está dando el sol. Pero es mucho más que eso, hay una pureza y un potencial, expresado en un néctar que nunca debiera ser disfrazado con colonia o jabón. Y, para ese bebé, el olor salvaje de su madre, junto al del calostro que pugna por surgir de sus pechos, es el paraíso terrenal, lo más parecido al mundo del que viene y entre los brazos de su madre es el mejor lugar donde desea estar, en esos momento de aterrizaje en el mundo exterior.

Cuantas cosas por comprender y por proteger, cuantas por disfrutar y permitir. La vida al natural cuenta con una bioquímica, que impregna nuestro cerebro y anima a nuestros instintos a estar presentes en uno de los momentos más importantes de la vida de una mujer.

Testimonio Alba, Fede y Daniel (01-10-2018)

Para parir se necesita conexión con el propio cuerpo, confianza en el proceso, entrega total,… y desde ahí, hay mujeres que son más de tribu, que se sienten cómodas con el apoyo de sus seres queridos. Alba tuvo un parto muy potente, de esos que en algún momento se plantea si la madre lo podrá sostener, pero ahí fue… paso a paso, abriéndose camino su bebé y ella entregada en totalidad. Cuando nació Daniel, todos habíamos empujado con fuerza, nos sentimos agotados y felices. Un final muy merecido.

 

Estaba embarazada de 41 semanas y un día y, si todo iba bien, Daniel nacería en casa. Había elegido para ayudarme en el parto a Mikel Mantxola, y con él a las doulas Cristina Seguí y Llucia Mir, a quienes se unió mi buena amiga y doula en prácticas Camila Dueñas. Así que cuando Dani se decidió a venir, la casa estaba llena de gente esperándole, porque también estaban su papá, su abuela, su tía y su hermano de 4 patas.
Cuando rompí aguas, las contracciones suaves que había sentido la noche anterior y parte de ese día, se volvieron más intensas. Junto a esa intensidad llegó el miedo y las dudas (¿podré aguantarlo?, ¿lo estaré haciendo bien?) Lucía estaba allí apoyándome, ayudando a aliviar el dolor, recordándome mi fuerza, dándome cariño. Al poco tiempo tomó su relevo Cris que, como Lucía, respiraba conmigo, me acompañaba, me explicaba las cosas con amor y respeto, y mi querida Cami, siempre un hombro sobre el que apoyarme, unos ojos a los que mirar, una palabra adecuada en cada momento. Mis tres doulas fueron, cada una a su manera única y especial, tres compañeras con las que paseé de la mano por cada contracción. Me ayudaban a cambiar de postura, me daban masajes (que ayudaban mucho a calmar el dolor), me animaron a dejar salir lo que sentía, me ayudaron a confiar en mi poder, cuando estaba agotada mental y físicamente. Ellas junto con Fede, el papá de Daniel, formaban un apoyo que para mí fue inmejorable, siempre respetando lo que yo quería y necesitaba. Al final creo que todos en aquella habitación estábamos empujando a la vez y esforzándonos, y sentirles me dio mucha fuerza.
Me cuesta expresar con palabras y en tan poco espacio lo que fue aquella noche, lo que sentí y lo que siento al recordarla…cada recuerdo está lleno de amor y me emociona. Desde entonces, cada día doy las gracias por haber podido contar con ellos, no podría imaginar una mejor bienvenida para mi bebé ni un aprendizaje mayor sobre mí misma y sobre el amor en tan poco tiempo. Han pasado cuatro meses y sigo aprendiendo de aquellas horas. ¡Qué intensidad… cuánta magia! Y aunque acabamos todos agotados… ¡Volvería a repetirlo todo ahora mismo!

Alba

La vida de una doula es muy excitante

Estaba yo hablando con una compañera doula, con la que me tenía que coordinar para suplirme, en caso de que se me amontonaran los acompañamientos, cuando le dije precisamente eso: «la vida de una doula es muy excitante». Y, ese mismo día, se escenificó en todos sus matices esta vivencia aunque, con la ayuda del Universo, todo se colocó para que cada doulaje, ocupara su lugar.

Fue un día extraordinario, ya que en menos de 24 horas acompañé tres partos encadenados como doula, cada uno con sus propias características. Se veía venir, porque cuando estoy de guardia de varios partos, generalmente van sucediendo en sus «tempos» y de forma natural se separan por días… pero si ninguno se activa y nos vamos acercando a sus fechas finales, en algún momento se tienen que desencadenar. Y todo ello lo tengo que combinar con mis otras obligaciones cotidianas. He aprendido a sostenerlo a través de la experiencia a lo largo de los años, que me ayuda a confiar.

Yo suelo CONFIAR, así, en mayúsculas. Confío en la vida, en el cuerpo de las mujeres, en los bebés, en mi fuerza interior, en las sincronicidades,… aunque a veces me de vértigo entregarme a lo que acontece. Pero solo puedo decir que me entrego totalmente en cada experiencia y que la «suerte» me acompaña.

A primera hora de la tarde, una mamá tuvo cesárea programada…  es muy especial acompañar la decisión y el sentimiento de una mujer que renuncia a su deseo de parir de forma vaginal para proteger la salud de su bebé por recomendación médica, ya que necesita mucho amor y coraje interior para transitar un cambio de planes tan inesperado. El acompañamiento fue, sobre todo, en los momentos difíciles de su toma de decisión y, más tarde, a través de las palabras de ánimo justo antes y después de su experiencia. Me emocioné mucho cuando me envió la foto con su bebé en brazos, junto a su marido, Pero, aún, no se habían acabado las sorpresas ya que tuvo que aceptar que los nuevos protocolos del hospital no permitían que yo fuera a acompañarla en su primera noche post cesárea, para que su marido fuera a cuidar a su hijo mayor y yo la ayudara con la lactancia. Toda una madre coraje.

A última hora de la tarde, mientras acababa la visita con una mujer que desea sea su doula durante el proceso de su segunda maternidad, recibí la llamada de Mikel, el comadrón del equipo de parto en casa con el que trabajo habitualmente. La mujer estaba con contracciones bastante seguidas en su casa, a una hora de camino en coche desde la mía, que para la isla de Mallorca, es literalmente la otra punta. Al llegar ya se veía que transitaba la fase activa de parto, y Mikel comprobó que estaba de 6 cm, así que fue una dilatación bastante rápida y potente, con un expulsivo muy potente y más largo que la media… aún tengo agujetas en varias partes del cuerpo, por las diferentes ayudas físicas que estuvimos practicando las dos doulas, bajo la guía del comadrón. Al nacer la bebé, vimos porqué le costó tanto atravesar la pelvis, ya que además de ser bastante grande, venía mirando hacia arriba, una posición que dificulta ese paso, aunque queda claro que siempre se puede apoyar con recursos, para que todo acabe bien. Y, desde luego, fui testigo de otra madre coraje.

Después de dejar su casa arreglada y a la madre muy tranquila y feliz dando de mamar a su hija, me volví para mi casa a descansar de tanta intensidad. Sobre las 4h de la madrugada, cuando estaba a punto de quedarme dormida, recibí la llamada de la tercera mujer, que por fin sentía que estaba de parto, después de varios días con pródromos más o menos intensos, pero que no acababan de arrancar. En este caso estaba a media hora de camino y cuando llegué, también había una dinámica potente, que la mujer llevaba muy bien. Allí estuvimos los tres en la danza sagrada del parto, viendo como la intensidad iba llevando a la madre desde el infinito al más allá. Hasta ese momento en que ella siente que toca partir hacia el hospital. En este caso, mi acompañamiento físico era durante la dilatación y, desde ahí, solo quedaba esperar y desear, que ese viaje iniciático en su casa, acompañada de su doula y su pareja, le llevara más cerca de conseguir su nacimiento deseado: parto vaginal sin epidural, después de cesárea. Horas más tarde pude saber que llegó de 7 cm al hospital, que en muy poco tiempo se pudo en dilatación completa y que el expulsivo fue arduo pero, con ayuda de los profesionales, llegó a buen puerto. Y pude presenciar a una madre coraje más.

Por mi parte, sobre las 7’30h de la mañana llegué despejada, cansada, feliz y llena de oxitocina a mi casa. Aún sin poderme creer lo que acababa de vivir. La foto de la portada es el aspecto que tenía el amanecer desde la terraza de mi casa.

Y, por fin me fui a dormir,

convencida de que mi profesión de DOULA es la más bonita del mundo

y mi vida… ES MUY EXCITANTE

 

 

 

 

Testimonio Alba, Matías, Nauq y Aila (08-05-21)

En mi trabajo como doula conozco familias, como la de Alba, que honran esa palabra, porque transmiten ese amor bonito que traspasa transversalmente todo lo que hacen. Acompañarlas es un viaje precioso y fácil, cada conversación trae luz, cada gesto consciencia, y llegado el momento todo fluye desde el interior hacia afuera, como la danza de un volcán que se expande y derrama su lava… arrasando cualquier atisbo de duda o control, entonces las riendas están en manos de la naturaleza que trabaja coordinando todo de forma exquisita.

No suelo sugerir a las mujeres la hora de partir al hospital, pero hay veces que observo como el cuerpo entra en trance y ya apenas queda contacto con lo mundano, son momentos donde percibo en los sonidos y movimientos, un aceleramiento de todo el proceso donde es importante actuar en consecuencia.

Cuanta más experiencia tengo, más me fio de estas intuiciones, no es algo que se pueda enseñar, solo requiere «escucha» y «presencia»… nada más y nada menos. Es algo que todas las personas, profesionales o no, deberían desarrollar cuando están cerca de una mujer entregada al proceso sagrado de parir un hijo y nacer como madres.

 

Yo ya había parido una vez. Y no había ido tan mal, pero tenía la sensación que no había tenido el acompañamiento que yo necesitaba y que por eso había aparecido el miedo: enemigo por antonomasia del parto.

Ahora, para el segundo, pensé coger una Doula. Al principio, estaban desdibujadas las razones para tenerla, pero a medida que conocía a Lucía y avanzaba el embarazo, se perfilaban y cada vez tenía más claro que no me había equivocado. Su presencia (más allá de la física y la virtual; la presencia abstracta que ya tenía en nuestras vidas desde el principio de todo), su serenidad, su visión abrazando la nuestra… Todo un cúmulo de cosas, pequeñas, pero importantísimas, ayudaron a sostener la construcción de mi seguridad y confianza.

Cuando alguna duda, miedo o inseguridad aparecía tímidamente, hablar con Lucía o ir a verla y aprovechar para hacer una sesión de osteopatia, me daba el empujón, las palabras y el calor que yo necesitaba para seguir confiando, escuchando mi cuerpo y avanzar con seguridad.

La noche del parto, cuando ella todavía no había llegado, Matías y yo estábamos de lo más tranquilos. Porque de alguna manera, saber que ella estaba viniendo nos daba paz. Cuando llegó yo ya estaba en una dinámica de contracciones más seguidas y no hicieron falta más de 15 segundos para que Lucía se integrara completamente en el proceso que estaba haciendo mi cuerpo. Me ayudó a descansar más plenamente entre contracciones y sus caricias y masajes me conectaban con todo aquello que estaba pasando, que era muy potente, pero no definiría como dolor. Era intenso. Y mi cuerpo bailaba mientras me recorría aquella potencia por dentro. Yo habría estado indefinidamente así, porque gestionaba las contracciones y me sentía poderosa.

Pero 2h después, suerte que Lucía propuso ir al hospital. Estaba yendo todo muy rápido y ella fue capaz de darse cuenta, porque nosotros, con la experiencia de 36h de parto del primer hijo, pensábamos que todo sería más lento… Pero poco después de que propusiera partir algo dentro de mío me dijo que sí, que teníamos que marchar.

Y efectivamente, subiendo al coche recuerdo decirle que quería empujar. Y todo el camino hacia el hospital no podía parar de gritar, vocalizando una A gigante que inconscientemente empujaba a Aila hacia este mundo. Tuvimos que parar en Son Espases porque no tenía nada claro que llegáramos a Son Llàtzer a tiempo. Matías entró a paritorio conmigo, faltaban escasos 30 minutos para que saliera mi hija.

Recuerdo tener unas ganas muy profundas de ver a Lucía cuando ya tenía a la pequeña en los brazos. De decirle gracias, de abrazarla y celebrar la vida con ella, de agradecerle toda la luz que llevó al proceso. Pero por tema protocolos en paritorio solo podía entrar una persona. Aún así, sentía su presencia y compañía, que se materializaba a través del móvil cuando lo necesitábamos.

Ahora, a posteriori, ya lo hemos bautizado como la mejor inversión que hemos hecho nunca.
Calma, confianza, bienestar…todo lo que necesitaba para este parto lo tuve; un acompañamiento extraordinario y empoderador.

Gracias Llucia, por dárnoslo y por ser.

Testimonio original:

Jo ja havia parit un cop. I no havia anat tan malament, però tenia la sensació que no havia tingut l’acompanyament que jo necessitava i que per això havia aparegut la por: enemic per antonomàsia del part.

Ara, pel segon, vaig pensar a agafar una Doula. Al principi, estaven desdibuixades les raons per tenir-la, però a mesura que coneixia a na Llucia i avançava l’embaràs, es perfilaven i cada cop tenia més clar que no m’havia equivocat. La seva presència (més enllà de la física i la virtual; la presència abstracta que ja tenia a les nostres vides des del principi de tot), la seva serenor, la seva visió abraçant la nostra… Tot un cúmul de coses, petites, però importantíssimes, van ajudar a sostenir la construcció de la meva seguretat i confiança.

Quan algun dubte, por o inseguretat apareixia tímidament, xerrar amb na Llucia o anar a veure-la i aprofitar per fer una sessió d’osteopatia, em donava l’empenta, les paraules i l’escalfor que jo necessitava per seguir confiant, escoltant el meu cos i avançar amb seguretat.

La nit del part, quan ella encara no havia arribat, el Matías i jo estàvem d’allò més tranquils. Perquè d’alguna manera, saber que ella estava venint ens donava pau. Quan va arribar jo ja estava en una dinàmica de contraccions més seguides i no van fer falta més de 15 segons perquè na Llucia s’integrés completament al procés que estava fent el meu cos. Va ajudar-me a descansar més plenament entre contraccions i les seves carícies i massatges em connectaven amb tot allò que estava passant, que era molt potent, però no definiria com dolor. Era intens. I el meu cos ballava mentre em recorria aquella potència per dins. Jo hauria estat indefinidament així, perquè gestionava les contraccions i em sentia poderosa.

Però 2h després, sort que na Llucia va proposar anar a l’hospital. Estava anant tot molt ràpid i ella va ser capaç d’adonar-se’n, perquè nosaltres, amb l’experiència de 36h de part del primer fill, pensàvem que tot seria més lent… Però poc després que proposés partir alguna cosa dins meu em va dir que sí, que havíem de marxar.

I efectivament, pujant al cotxe recordo dir-li que volia empènyer. I tot el camí cap a l’hospital no podia parar de cridar, vocalitzant una A gegant que inconscientment empenyia a l’Aila cap aquest món. Vam haver de parar a Son Espases perquè no tenia gens clar que arribéssim a Son Llàtzer a temps. En Matías va entrar a paritori amb mi, faltaven escassos 30 minuts perquè sortís la meva filla.

Recordo tenir unes ganes molt profundes de veure a na Llucia quan ja tenia la petita als braços. De dir-li gràcies, d’abraçar-la i celebrar la vida amb ella, d’agrair-li tota la llum que va portar al procés. Però per tema protocols a paritori només podia entrar una persona. Així i tot, sentia la seva presència i companyia, que es materialitzava a través del mòvil quan necessitàvem.

Ara, a posteriori, ja l’hem batejat com la millor inversió que hem fet mai.
Calma, confiança, benestar…tot el que necessitava per aquest part ho vaig tenir; un acompanyament extraordinari i empoderador.

Gràcies Llucia, per donar-nos-ho i per ser-hi.

Testimonio Vicky, Guille y Nalu (14-12-20)

Para acompañar un parto como doula la conexión debe ser profunda y desde la Presencia sostener todo lo que acontece, sea cual sea la intensidad. Vicky tiene aspecto de elfa del bosque y determinación de fuego. El amor es su combustible y nos ofreció a todos los que le acompañamos en su gesta, una lección de Poder. Y Guille, su amado, una lección de roble, a pesar de que el fuego le quemaba en las entrañas.

Sus relatos estremecen y enternecen a la par, vale la pena leer cada una de sus palabras, como reflejo de una experiencia arrolladora y portadora de vida. Gracias a ambos por la generosidad.

Con los ojos de Guille.

Seguramente yo no me habría planteado nunca la cuestión de dónde dar a luz. Lo lógico para mí era lo común: en el hospital. Sin embargo, Vicky, que afortunadamente tiene muy poco de común, lo tenía clarísimo, quería un parto en casa. Y yo, la verdad, no tenía nada que objetar, sobretodo de un tema que era bastante desconocido para mí. Así que empecé a leer otras experiencias, vimos videos y un documental genial y, entonces, lo lógico se convirtió en lo poco común: tener al bebé en casa.

Todo el embarazo fue bastante bien, con algunas preocupaciones que no fueron a más y, cuando se acercaba el momento, todo estaba a nuestro favor y no había ningún motivo de peso para desistir de nuestro deseo de tener a Nalu en casa. Digo de peso, porque en el camino nos encontramos con muchas opiniones en contra, no tanto de nuestros familiares y amigos, que fueron muy respetuosos a pesar de los miedos que podían tener, sino de profesionales y personal sanitario. Lo cual no dejó de sorprenderme, porque no creo que los datos y estadísticas justifiquen sus reticencias a tener un parto en casa.
Unas semanas antes del parto, organizamos con Mikel, nuestro comadrón, una cena en casa para conocer a nuestras doulas, Lucía y Cristina, y para que nos explicaran bien cómo sería todo el proceso, el papel de cada uno, organizar la casa y el equipo que necesitaríamos.

Ya conocíamos y confiábamos en Mikel y, por suerte, también nos sentimos muy a gusto desde el principio con Cris y Lucía. Yo todavía no era consciente de lo que se nos venía encima, pero echando la vista atrás, la experiencia podía haber sido muy diferente si la gente que nos rodeó y arropó en ese momento tan intenso como especial no hubiera sido tan maravillosa como lo fueron nuestras doulas.

Al terminar la cena, Vicky me comentó la buena conexión que había sentido y que confirmé el día del parto, cuando las contracciones empezaban a ser más fuertes, aunque luego descubrí que eso no era nada más que “el calentamiento”. Hubo un momento que yo fui a la cocina a por agua y al volver al salón, encontré a Vicky, en mitad de una contracción, abrazando a Lucía tan fuerte como me había estado abrazando a mí antes. En seguida noté la conexión de la que me hablaba Vicky, y me sentí muy tranquilo, en cierto modo aliviado, porque si mi papel en ese proceso era el de intentar que Vicky se sintiera lo más tranquila y acompañada posible, supe que no estaba solo, y que Vicky y Nalu estaban en muy buenas manos.

La primera en llegar a casa después de llamar a Mikel y decirle que Vicky llevaba una hora con contracciones cada dos minutos, fue Cristina, acompañada de un delicioso olor a las albóndigas veganas que había estado preparando hasta que recibió la llamada de Mikel. Si algo me atreviera a reprocharle a Nalu, sería que no esperara media horita más antes de querer nacer para haber tenido la oportunidad de probar esas albóndigas. Nalu, nos debes unas albóndigas.
Después de ver cómo estábamos, empezó a preparar todo el material y poco después llegaron Lucía y Mikel.

Esta primera parte del parto la voy a titular “Aquellos maravillosos recuerdos”. Sí, aún eran todo bromas y sonrisas. Entre contracciones, Vicky me miraba sonriendo, llena de amor, impaciente por conocer a Nalu por fin. En las contracciones yo la abrazaba con fuerza mientras se estiraba sujetando mi cuello. Lucía le daba masajes en las lumbares y le ayudaba a buscar la mejor postura para descansar después. Teníamos esos momentos de calma y tiernas miradas mientras Lucía le ponía las manos en la espalda o una faja calentita, Mikel iba y venía y Cris nos vigilaba mientras seguía organizando.

Después de aproximadamente tres horas llegó el momento de comenzar el expulsivo o, lo que vamos a llamar “La cosa se pone seria”. Vicky empezaba a estar muy cansada, las contracciones cada vez eran más intensas y dolorosas. Cada vez le costaba más encontrar posturas en las que se sintiera cómoda o en las que pudiera descansar. Durante la contracción parecía perder la fuerza en las piernas y ya no es que se estirara apoyándose en mí, es que literalmente se colgaba de mi cuello como un peso muerto. Si hay algún mérito que se me pueda atribuir a mí en ese día, es el de haberme mantenido firme como un roble cada vez que Vicky se derrumbaba agotada y gimiendo de dolor entre mis brazos. Tampoco era una opción dejarla caer, en realidad.

Nos fuimos al dormitorio, es difícil recordar muchos detalles, toda mi energía y concentración estaban enfocadas en Vicky. De todo lo demás se encargaban Cris y Lucía, que además, seguían cuidando de Vicky y eran el espejo donde yo podía sentir la calma y confianza que necesitaba transmitirle a Vicky también. Especialmente para lo que venía después.

Capítulo tres: “Jesús, menos mal que avisamos a los vecinos”. Ahora puedo y debo bromear sobre lo que fueron estos momentos porque la alternativa sino serían varios años de terapia post-traumática. Uno siempre se cuestiona lo duro que tiene que ser ver sufrir de dolor a la persona que más quieres. Yo nunca me lo había planteado en el contexto de un nacimiento, la verdad, y tal vez por eso me pilló un poco por sorpresa a pesar de estar advertido. Supongo que aquí es donde las hormonas y la oxitocina en concreto, juegan un papel importante, pero a mí me daba la sensación de que Vicky se iba a desmayar del dolor en cualquier momento. Las contracciones parecían insoportables, y en los “descansos”, Vicky flaqueaba y le faltaba el aire, asfixiada de calor, o temblando de frío a los pocos segundos. En cada contracción, Mikel intentaba estimular el cuello del útero para abrirle paso a Nalu o hacer magia por ahí abajo, aún no me queda claro, pero fuera lo que fuera, ayudaba, dilataba a muy buen ritmo, y no tardó mucho en romper aguas. Vicky parecía estar en otro mundo, y yo procuraba que cuando volvía entre nosotros, me sintiera muy cerca y tranquilo. Era imposible ignorar y no admirar cómo Vicky estaba luchando cada segundo del parto, así que lo mínimo era tratar de estar a la altura en lo poco que se podía hacer, principalmente apoyarla.

Lucía y yo, cada uno en una pierna, ayudábamos y sujetábamos a Vicky. Cristina le acomodaba, animaba, abanicaba o calentaba según lo que Vicky necesitaba o pedía, mientras seguía asistiendo a Mikel. Además, nos hacían el favor de sacar fotos, grabar audios y vídeos. Tengo que reconocer que, en alguno de los peores momentos, ver que ellas estaban lo suficientemente tranquilas como para seguir documentando el parto, a mí me daba cierta tranquilidad también. Igual que las sonrisas que compartíamos cuando Vicky, en su estado catatónico, decía alguna cosa graciosa. Sólo hubo una vez que Vicky pidió a Lucía que dejara el móvil y fue para que pudiera sujetarle la mano mientras empujaba. Yo podía sentir cuánto apoyo y confianza necesitaba y recibía Vicky de parte de Lucía también en esos momentos.

El tiempo pasaba más lento que nunca, y parecía que Nalu se resistía a salir. Mikel le iba controlando el pulso de vez en cuando, y alguna vez era casi imperceptible. Estos fueron los únicos momentos en los que sentí un poco de miedo, por Nalu, por Vicky y por imaginar que de repente tuviéramos que salir por patas al hospital con todo lo que eso conllevaba en ese momento. También fueron los momentos en los que Vicky se debió preocupar más y nos preguntaba si todo iba bien, si Nalu estaba bien. Yo era el primero en contestarle de forma positiva lo más tranquilo y seguro posible. Guardarme los miedos para mí y procurar que Vicky no los sintiera tampoco, implicaba confiar totalmente en Mikel y las doulas. Yo les miraba y observaba sus gestos y reacciones en busca de respuestas, de dudas o miedos. No los había, no los tenían. Así que me esforzaba en convencerme de que yo tampoco debía tenerlos.
Muchos de esos miedos, sino todos, venían de antes, de todas las veces que escuchamos lo valientes o insensatos que éramos por querer tener al bebé en casa. En el próximo capítulo hablaré de porqué después me di cuenta que no es cuestión de valentía, y lo insensato hubiera sido tenerlo en un lugar en el que no queríamos. Este capítulo se titula: “Si al final resultará que no fue para tanto…”

A pesar de mi sensación, el tiempo sí iba pasando, y más rápido de lo que yo creía, y Nalu cada vez estaba más cerca. Ya hacía un rato que empezaba a asomar y Vicky sacaba fuerzas de algún lugar que posiblemente sea desconocido para cualquier hombre. Finalmente, en una última contracción que Vicky acompañó con un grito que sin duda habría sido capaz de liderar al ejército de William Wallace en la batalla por la independencia de Escocia, Nalu casi salió disparado a los brazos de Mikel, acompañado de una cascada de líquido amniótico. Un final de película sin duda. Y además un final feliz.


Mientras Mikel apoyaba a Nalu sobre el pecho de Vicky y Vicky sollozaba “mi bebé, ay, mi bebé”. Yo escuchaba los gritos de Nalu como agua de mayo, y ya no pude aguantar más y exploté a llorar. De alivio, de amor y de felicidad.

Vicky y yo nos abrazamos, nos besamos. El tiempo volvió a su ritmo normal, y yo me sentí enormemente agradecido. En un abrir y cerrar de ojos Vicky había recuperado la fuerza, la vitalidad, la sonrisa y hasta el sentido del humor cuando dijo que podría volverlo a repetir pronto. Porque espero que eso fuera una broma.

No hubo desgarro, apenas sangraba, esperamos para cortar el cordón, que lo hice yo con ayuda de las doulas, poco después salió la placenta sin problemas. Cristina y Lucía limpiaron todo, rellenaron los papeles y nos dejaron tranquilos, en nuestra cama, en nuestra habitación, en nuestra casa, con nuestro hijo, para poder respirar y asimilar una de las experiencias más emotivas, intensas, emocionantes y, desde luego, importantes de nuestras vidas. Una experiencia que decidimos tener, y por suerte pudimos, a nuestra manera y pudimos compartir con gente maravillosa que nos acompañó de la mejor forma posible, sin duda, de la forma que necesitábamos.


Con los ojos de Vicky:

Llenarse de amor para convertir el dolor en fuerza.
Eso es lo que significó para mí el parto de Nalu.

Me es imposible recordar el tiempo o las horas del parto, no tenía control de nada, y eso era algo maravilloso, dejar el control, confiar en mí, en el proceso y en la vida. Puedo diferenciar claramente dos partes del parto, cuando me llenaba de amor y cuando todo ese amor hizo que convirtiera el dolor en fuerza.

Yo sabía que mi cuerpo estaba preparado para parir como una mamífera y en manada, la mía, la que yo había elegido. Guille, Lucía, Cristina y Mikel fueron mi manada, el soporte perfecto, el equipo que me hizo sentir protegida y cuidada, dándome todo lo que necesitaba incluso cuando ni yo sabía qué era.

Cada contracción estaba llena de amor, cuando venía la contracción fuerte e intensa, sentía el apoyo, sentía a Guille como mi pilar, fuerte, sólido, una roca, la parte indispensable que me sostenía y que no me dejaba caer.

En cada contracción Lucía venía conmigo, acompañando mi sonido con el suyo, no era solo nuestra voz, venía desde mucho más adentro. Me acompañaba sin empujarme ni guiarme. Estaba conmigo sin invadirme, dejándome ser yo, escuchándome, conociéndome, haciéndose a mí. Y mientras tanto, hacía magia con sus manos en mi espalda y me aliviaba el dolor.

Cuando paraba la contracción, el amor se iba haciendo grande, me salía desde dentro, como si Nalu lo trajera todo con él. Recuerdo mirar con mucho amor, miraba a Guille y me sentía afortunada por tener a semejante hombre a mi lado. Recuerdo ver a Lucía y sentir la conexión especial que pude sentir el primer día que la conocí. Me daban paz y yo me sentía querida, empoderada, una mujer fuerte y capaz. También recuerdo cómo Cris se encargaba de todo, y cómo Mikel estaba conmigo sin estar, eso me llenaba de tranquilidad, todo iba como tenía que ir.

Para mí el tiempo era incontable y la única medida que tomaba era el amor que sentía entre una contracción y otra, cada vez había más y más, y es que hace falta mucho amor para conseguir convertir el dolor en fuerza.

Las contracciones venían más intensas y ahí fue cuando necesitaba transformar el dolor en fuerza. Empezó el expulsivo. Duro, intenso, pero eso ya no lo recuerdo, se me olvidó un segundo después de que naciera Nalu. Tengo imágenes en mi cabeza, me escucho gritando y sigo sintiendo el apoyo que recibía. De vez en cuando necesitaba saber que Nalu estaba bien, que todo estaba yendo bien, pero era fácil recibir la tranquilidad que ellos tenían. Mientras, yo seguía ensimismada en que el dolor me diera fuerza, y en eso pensaba cuando venía cada contracción, en empujar.

Agarraba fuerte a Guille y a Lucía, necesitaba sentirles, apretarles. De vez en cuando miraba a Guille, estaba feliz de que estuviera allí, yo quería que él fuera una parte activa del parto y lo estaba siendo.
A mi izquierda estaba Lucía, en calma, a través de ella, de una manera que no podría explicar sentía su confianza en mí. Sentía cómo ella estaba segura de mi fuerza, era como si me conociera y supiera perfectamente quién y cómo soy.

Mikel por su parte lo tenía todo bajo control. Me contaba el camino y yo intentaba ir hacia allá. Él me daba la luz que necesitaba para situarme y para ir un paso más allá. Yo sentía que todo iba bien a través de él y esa confianza se la había ganado durante el embarazo, sumando siempre y dando soporte. Y mientras tanto, Cristina me cuidaba, me daba aire y nos apoyaba.

Venía la contracción, el dolor me inundaba y con ese amor que habíamos cultivado, soltaba el aire empujando con fuerza. Así una y otra vez. Entre contracciones solo necesitaba guardar energía, utilizar las palabras justas para pedir si necesitaba aire o agua y dejarme ir un poquito para llenarme de fuerza otra vez.

Sin ser muy consciente del tiempo que llevaba empujando, de repente la cabecita de Nalu comenzaba a asomar y ahí empecé a ver el final muy cerca, eso me dio más fuerza aún. A partir de aquí el dolor era diferente, se llevaba mejor. En mi recuerdo, a partir de este momento solo hicieron falta un par de contracciones más acompañadas de las palabras de apoyo de Guille y rápidamente Nalu ya estaba llorando en mi pecho.

 

Recuerdo la mirada de Guille y el calor de Nalu. Nunca antes había sentido tanto amor como en ese momento. Se respetó nuestro espacio, Mikel, Lucía y Cris estuvieron justo lo que necesitamos y luego nos quedamos los 3 en nuestra cama disfrutando de las primeras respiraciones de Nalu y yo seguía en mi mundo del amor sintiéndome una mujer afortunada por lo que acababa de vivir y por todo lo que me rodeaba.

 

El umbral de la consciencia al parir

En cada parto una mujer traspasa el umbral de la consciencia y, desde mi lugar privilegiado como doula, la veo transformarse mientras eso sucede y surge la poesía en cada gesto de su cuerpo y en el alma de cada miembro de la familia que se va ampliando. Y ella retorna de su viaje convertida en otra mujer. María así lo cuenta con sus propias palabras de amor.

 

 

PARINT

(Sentiments del part i cap als meus tres fills)

 

«Jo, perfecta i imperfecta, madura, immadura, pura i impura, neta, tacada, pacient i impacient… Aquest vespre ho sóc tot i  tot se’m desperta. Tot visc i revisc de nou, però com la primera vegada i també diferent, cada un únic, però el mateix sentiment. Sentiments fugaços, però arrelats al meu jo més profund, al jo que sóc dins meu, al jo que sóc vosaltres, als meus tres jo. Al meu vosaltres.

Sentiments sense nom i sense explicació, sentiments d’amor pur i profund, sentiments eterns que sempre tendré per les meves tres vides.

Instants complets, plens i conscients, tenaços i vius, sobretot vius. Vius i tendres, instants que duren, moments que medren dins meu i el meu cos recorda, moments que deixen petjada implacable, que provoca canvis i alimenta el meu esperit, la meva essència. Aquest jo del que parl i que he descobert. Més jo que mai…, més vosaltres que mai…

Sent que tots som un i que cada un és seu, amb la seva diferència, però el mateix batec, fil invisible que ens uneix i manten el nostre amor, cordó de mare i fill irrompible, inquebrantable, forjat amb amor profund invisible però ferm, etern i únic, sorgit de les nostres profunditats…

 

Gràcies fills meus per haver nascut, gràcies equip, per provocar en jo tot l’escrit.»

acompañArte

Testimonio Marion, Joan y Aloc (23-03-19)

Ni recuerdo a que hora llegamos el equipo de parto a casa de Marion, pero recuerdo los gritos. Pensé, esto suena a estar dilatada de 8 cm. Cuando el comadrón la miró, le dijo que estaba de 1-2 cm. Tuve la tentación de pensar que parecía imposible que Marion pudiera aguantar lo que le quedaba de parto sin ponerse la epidural… pero mi forma de acompañar siempre es de confianza, he comprobado muchas veces que hay mujeres con fortalezas inquebrantables y que la vida da toda clase de sorpresas. La primera de las fortalezas fue no desmoronarse ante la noticia que anunciaba que apenas estaba empezando el parto.
Ella iba avanzando, con una intensidad constante y en aumento, con unos sonidos sobrehumanos (solo factibles para gargantas entrenadas), paso a paso acercándose, con determinación.
Llegó el momento crítico (decidir si ir al hospital o no, con gran agotamiento), por ecógrafo se comprobó que la dificultad en descender y la fuerza de las sensaciones, eran debidas a cómo venía posicionada la cabeza. Saber eso nos ayudó a decidir utilizar la técnica ancestral del manteo (mientras pedíamos al universo el resto de ayudas). Y pasó algo. Y todo se enderezó. Y hubo coraje para continuar.
Recuerdo los ricos aromas de las esencias especiales para el parto, que fabrica con un alambique el papá de Aloc. Me quedo con el regalo del olor del Mirto, que para mi huele a tierra húmeda con hojas y setas.
El milagro sucedió de nuevo, una mujer fue Diosa y parió a su hijo. La vida abriéndose paso.
Gracias por ser testigo de cuanto poder reside en nuestros cuerpos.
He tardado 15 meses en encontrar el momento y el sentir para escribir este texto que constantemente quería escribir como otra forma de agradecimiento por la importantísima presencia de las doulas Lucía y Cristina en mi parto.
Cuando supe que estaba embarazada, sentí que empezaba un camino de transformación profunda. Tenía muy claro que quería parir en casa y me armé de coraje porque sabía que me iba a encontrar con espejos que repudiarían mi decisión, sabía que iba a ser juzgada. Batallé para poder tener el parto que mi instinto me guiaba.
Mientras paría a mi hijo, el dolor era inabarcable. Sentía que me iba con él, que me bloqueaba con él.
¿Cómo se relaja una cuando siente que la desgarran y abren desde dentro?
Lucía y Cristina me sostuvieron con dulzura y amor pero también con mucha firmeza y claridad, aspecto que era exactamente lo que precisaba.
Muchas sensaciones de mi parto han cambiado con el tiempo, pero hay una imagen que siempre me acompaña cuando lo relato: el momento de inflexión. El momento en que me di cuenta que tenía que cambiar el «chip» y fluir con el dolor. Ya estaba de 10 cm pero mi hijo quería salir de cara, mirando a las estrellas, siempre digo. Recuerdo que Lucía cogió un pañuelo oscuro y deslizando con decisión el pañuelo sobre mi barriga daba pequeños tirones hacia la dirección en la que mi hijo tenía que rotar, empecé a dejar que el dolor me atravesara con el canto. Así, Aloc, mi maravilloso hijo giró y se encajó para bajar por el canal del parto. El primer gran viaje de la Vida.
Fue entonces, el momento de empujar. Juro que me visitaron todas mis ancestras, incluso ancestras de tiempos vikingos. Lloré y grité sus partos además del mío. ¡Cómo grité, por Dios! Lucía me decía que no gritara tanto al principio porque luego en el momento de realmente necesitar «gritar» no tendría voz. Yo pensaba: «tengo vozarrón de cantante, aguantarán mis cuerdas vocales mis gritos».
Recuerdo a Lucía a mi izquierda y a mi amor a la derecha conectándose con esa fuerza vikinga ayudándome a empujar. Recuerdo a mi comadrón dándome caña para que no bajara el ritmo. Ahora, tras 15 meses desde una de las mejores experiencias de mi vida, me doy cuenta que me parí a mí misma junto a mi hijo. Cuando tomé a Aloc en brazos después de 8 horas de parto, ni una sola célula de mi cuerpo dudó en reafirmar que la decisión de parir en casa y con las personas que había elegido había sido la correcta. Y sigo sintiendo que Lucía y el pañuelo fueron cruciales para que Aloc acabara naciendo en nuestra mágica casa.
Creo en las decisiones que se enraízan en el corazón y cada vez que cojo a mi hijo de su cuna, pegada a mi cama, pienso en lo bonito que es que Aloc duerma exactamente en el lugar donde nació y rezo para que esta forma de parir deje de considerarse una locura para verse como un gran privilegio. Es más, rezo para que parir de esta forma ya no sea un privilegio sino una normalidad sagrada.
Gracias Lucía
acompañArte