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Mi querida tía Sita

Ha fallecido mi querida tía Sita y, a pesar de su larga vida, me ha cogido desprevenida la rapidez y lo fácil que se ha reunido con su gran amor, el tío Joan. Siento mi tristeza por no poder volver a compartir momentos con ella y me quedo con la certeza de que se ha ido a un lugar de luz y en la mejor compañía, porque siempre ha sido una mujer muy bondadosa.

Ella es la hermana pequeña de mi madre y en la infancia cuidó  muchas veces de mi, porque su hija Jero y yo tenemos una relación muy especial, así que en verano me acogía a menudo en las casas de la Colonia de St. Jordi y en invierno en la casita de Algaida.

Su partida me trae un mundo de recuerdos…

La tía Sita era guapa como una actriz de cine y elegante como una Reina. Tenía una mata de pelo sano y hermoso, que siempre supo peinar de mil maneras, lo tenía muy rubio de joven y, junto con unos ojazos claros y su piel morena, nunca pasaba inadvertida. Era una mujer de bandera, de las más presumidas que he conocido, sabía vestir como ninguna y siempre iba conjuntada, incluyendo el bolso y el pañuelo.

Era mediterránea y mallorquina por los cuatro costados, le encantaba el mar y sabía aprovechar cada rayo de sol, incluso en invierno. Cocinaba muy bien, toda clase de platos de «xuc-xuc» con mucho amor, de hecho, uno de sus dones era cuidar de la familia, en el sentido más extenso y, un poco, a la siciliana.

Era muy generosa, jamás iba de visita con las manos vacías, le gustaba regalar cosas y lo solía rematar trayendo una fantástica caja de bombones.

Hablaba a menudo en diminutivos y era la mujer más «poma» que he conocido (es una expresión mallorquina que se refiere a una persona muy inocente e ingenua) y, en su caso, era absolutamente encantadora y solo podías quererla.

Detrás de estos modales había una autentica «madona» mallorquina con muchas cosas claras y capaz de afrontar pruebas de fuego. De hecho, a lo largo de su vida tuvo diversos momentos de fortaleza interior inquebrantable, como cuando se reincorporó a la telefónica siendo ya mayor, reciclando sus conocimientos y currando fuera de «sa Roqueta» durante unos años. Aún más impresionante fue, cuando al enviudar hace unos años de su gran amor, mi tío Joan, se quedó viviendo sola, asumió una realidad difícil para ella, aprendió a manejar una Tablet y a meditar… con una entereza que ya querrían algunos monjes tibetanos.

Escribió durante toda su vida un diario donde contaba lo más importante que le había pasado, ni que fuera lo que había comido ese día. Últimamente llevaba un tiempo revisando y recordando todas esas experiencias de una vida plena, muy dedicada a la familia.

Era generosa y bondadosa, recuerdo los desayunos de la Colonia con ensaimadas recién traídas del horno, los Lacaos, las comidas ricas del mediodía, las cenas en la terraza… siempre había detalles de aquello que más nos gustaba a cada uno.

La tía Sita era como una segunda madre para mi… amorosa, nutritiva, paciente y cuidadora, siempre me hizo sentir como en casa y a mis primos los quiero como si fueran unos hermanos más.

Amó mucho y fue amada, su legado es una continuidad de ese amor en la cadena familiar que ahora ya se extiende a una bisnieta que llegó a conocer.

Iba a decir que deja un hueco en mi pero, realmente, lo que siento es que deja una plenitud que nunca olvidaré.

Te quiero mucho tía Sita, deseo que vueles muy alto y siempre te recordaré.

Gracias por estar en mi vida.

Mi querido tío Joan (3-04-20)

En estos tiempos extraños que estamos viviendo la noticia de que mi querido tío Juan ha fallecido, me llena de una tristeza profunda porque no vamos a poder volver a compartir una comida alrededor de una mesa. Pero al mismo tiempo tengo una alegría inmensa porque ha tenido una vida muy plena, ha amado y sido amado hasta su último aliento, se apagaron sus ojos estando en casa rodeado de los suyos.

Se me agolpan los recuerdos, el siempre ha sido un hombre muy guapo, nuestro Alain Delon mallorquín, con ojos muy azules y gran corazón.

En mi infancia pasé muchos fines de semana felices con mis primos, en verano en la Colonia de St. Jordi y en invierno en la casita de Algaida. Él siempre organizaba grandes fiestas de cumpleaños con cucañas, carreras de saco, de bicicleta, globos, comida rica,…. Siempre fue muy detallista. 

Me vienen imágenes: el azul de la playa des Carbó, partidas de ping-pong, recogiendo caracoles,…. 

Me vienen sonidos: el ta, ta, ta de la barquita, el partido de fútbol en la radio a la vuelta en coche del domingo, su voz siempre amable,…

Me vienen sabores: arroz de pescado marinero, la sal del mar, los helados artesanos de la Colonia,…

Me vienen texturas: la libertad de movimiento en pandillas, puro “Verano azul” en vivo y en directo. Chanclas, bañador y sol. La calidez de la cama de la “casita” porque nos ponía una bolsa de agua caliente dentro. Y amor de ese del bueno.

Siempre me sentí en mi casa cuando estaba en la suya, se cierto que si hay algún lugar al que ir, una vez dejamos este plano, él seguro está en el mejor de los lugares y en la mejor compañía. Porque vivió plenamente, amó mucho y ha sido amado. Ha dejado en mí los más bonitos recuerdos en el corazón y eso perdura para siempre.

Feliz viaje de vuelta a casa.