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Mi padre es único

Mi padre es único y, además, es la «hostia». Acaba de cumplir 90 años, batiendo el récord de longevidad masculina de la familia y en vías de competir con la mayor longevidad femenina que, de momento, ostenta su madre que vivió 101 años.

Fue un niño de la guerra, ya que nació en 1929. En la posguerra vivió las dificultades para comer lo suficiente, aunque su abuela tenía un colmado y eso les facilitaba trapichear con el «estraperlo» y conseguir las cosas básicas para sobrevivir. Y vaya si lo consiguió, se convirtió en un hombre especialmente alto para su época. Para colmo era rubio con ojos azules muy claros y las pestañas más largas de toda Palma…. o así le decían a menudo las vecinas del barrio que, para su vergüenza, le paraban en la calle para enseñarlas a quién aún no las conociera.

Los tiempos eran muy diferentes, durante su infancia se jugaba por las calles: haciendo carreras, tirando piedras a objetos (o entre bandos de niños de otros barrios), jugando a los botones, con pelotas fabricadas,… a pasear el «indiot» de Navidad que había en todas las casas (y a menudo hacer peleas entre los pavos), a poner un cigarrillo en la boca de un «rat-penat» hasta que se mareaba (son pequeños murciélagos) o subirse a la carrera en el vagón de cola del tranvía y más de una vez tener que tirarse en marcha porque si el revisor les pillaba, no tenía ninguna compasión. La mayoría de los juegos serían considerados políticamente incorrectos hoy en día.

El jovenzuelo larguirucho y desgarbado, a pesar de ser muy tímido, se convirtió en un gran bailarín. Era el Tony Manero de su época que, en vez de bailar en la discoteca «Odisea 2001», lo hacía en la Sala de la «Asistencia Palmesana», en el barrio antiguo de Palma. Y en vez de bailar música Disco, bailaba Foxtrot, Swing, Rock and Roll y los eternos boleros. Él iba a su bola y era tanta la afición que tenía por el baile que siempre llevaba camisa de recambio para alargar la noche hasta cerrar el local.

La música siempre fue importante en su vida. Perteneció a un grupo folklórico con el que actuaban en los primeros hoteles que se construyeron en Mallorca, para entretenimiento de «guiris» (¡como han cambiado las cosas!). Aprendió a tocar laúd, bandurria y guitarra de forma autodidacta. Aunque hubo un momento en que le tocó decidir dedicarse a una profesión «seria» y formar una familia con la «madona» que era su novia desde los 18 años y 16 años, respectivamente.

Así que fue contable durante más de 40 años, trabajó horas infinitas, pero aún le daba tiempo para ser un gran lector, para practicar deporte (partidas de tenis a horas intempestivas, ¡cuantas veces volvíamos del Club Natación Palma sobre las 22’30h de la noche!) y hacer excursiones los domingos. Recuerdo como si fuera ayer esas salidas a la montaña o al mar. Éramos a veces 40 personas y más de la mitad niños/as: las mochilas con los tapers de comida y las chaquetas, las «xirucas» en los pies, la guitarra al hombro (y cancioneros escritos a máquina y fotocopiados), la coca de postre, juegos, risas,… y caminatas por todos los rincones de la isla.

Muchas de las cosas que ha hecho en su vida han sido por intuición o por prueba, ensayo y error, ya que fue mucho más allá de lo que le enseñaron. Él nos inculcó la práctica del deporte, la importancia del compañerismo, la ecología (antes de que se hablara de ella, siempre dejamos la naturaleza igual que nos la encontramos), el disfrute de la música (puedo cantar y tocar a la guitarra la mayoría de canciones populares desde la época de mis abuelos hasta mi infancia), la HONRADEZ (así, en mayúsculas), la actitud crítica mezclada con la prudencia (como buen mallorquín), la paciencia flemática (mi padre podría haber sido el mejor diplomático del mundo, como otros insignes mallorquines con esa profesión), el sentido común, el control de las emociones (sin conocer el budismo Zen,  mi padre siempre ha sabido que «si un problema tiene solución, no hace falta preocuparse. Si no tiene solución, preocuparse no sirve de nada.»), que las amistades se cultivan como los buenos jardines, que la comunicación es importante,…

Tiene mucho mérito todo lo que ha conseguido en su vida, las mejores son de esas cosas que no se pueden comprar: un gran familia (hasta el grado de bisnietas) donde todos estamos muy unidos y con fuertes valores éticos, un matrimonio de 60 años con mi madre, una auténtica «madona mallorquina» , además de grandes y variados amigos/as, que les quieren y cuidan de ellos.

Mi padre tiene inteligencia para la vida, así que sigue aprovechando el tiempo para desarrollar su sabiduría. De hecho cada vez se parece más a un Papá Noel de carne y hueso, con su pelo y barbas blancas, con el corazón grande, su panza de buen comedor y con enormes ganas de vivir. A sus 90 años sigue conduciendo, emplea a menudo el ordenador, tiene un móvil de última generación para hacer fotos (y luego editarlas) y, sobretodo, mirar el tiempo que va a hacer para comprobar en qué tanto por ciento aciertan las predicciones. Sigue activo, aunque sus caminatas no son tan largas y creo que ha dejado de contar los pasos y el ritmo (algo que siempre ha fascinado a su mente racional), es muy generoso en todos los sentidos y con los años cada vez más cariñoso y consciente del valor de los abrazos.

Es un auténtico regalo seguir gozando de su Presencia, con sus raíces profundas y sanas, algo que me sigue transmitiendo gran paz y fuerza interior… espero que por muchos años más.

T’estim molt mumparet

 

acompañArte

 

 

Linaje materno

Mi madre es única (17-05-07)

Mi madre es única, si, ya se que todas las madres son únicas, pero os voy a contar algunas de las razones por las que ella es única.

-Mi madre es fruto de un milagro: fue la hija mayor de un matrimonio tardío y nació 8 años más tarde, cuando mi abuela contaba con 36 años, en los años 30 se consideraba que “se le había pasado el arroz”. Pero mi abuela era devota del “Sant Crist de la Sang”, a base de encenderle cirios, el Santo le concedió el “milagro” de ser madre.

Estudió en la pública: su padre era un hombre moderno, dio estudios a sus dos hijas en colegios públicos, no quiso saber nada de colegios de monjas y mi madre se acabó titulando de “Perito mercantil” el equivalente, hoy en día, a la “Formación Profesional de Grado superior en la rama Administrativa y Comercial”.

-Se convirtió en “cabeza de familia” con 18 años: poco después de cobrar su primer sueldo se quedó huérfana de padre y se hizo cargo, a todos los efectos, de su madre y de su hermana, hasta que ella misma se casó a sus 28 años.

-Dejó de trabajar al casarse: en aquellos tiempos lo obligaba la ley, entonces aprovechó para tener hijos, un niño y tres niñas, en un período de unos 8 años. Le ayudaba en la crianza su propia madre, que siempre vivió con nosotros. ¿Os imagináis algo similar hoy en día?.

-Volvió a trabajar cuando eramos pequeños: en cuanto lo permitió la ley y nos tuvo algo criados volvió a su trabajo y podía con todo y más. Es verdad que contaba con la ayuda de la abuela, pero sus jornadas eran interminables.

Perdió una hija de 8 años: mi hermana pequeña murió cuando yo tenía 10 años. Ese dolor acompaña a mi madre incluso hoy en día, cuando han pasado 44 años. Aún así, encontró fuerzas y razones para seguir viviendo con plenitud, en beneficio de sus otros hijos.

-Nos inculcó el feminismo de su época: junto a otros valores modernos nos transmitió que “querer es poder”, no hay que permitir nunca que un hombre te falte al respeto, la belleza está en el interior (y no va reñida con la elegancia) y la familia es lo primero… hasta el cuarto grado de parentesco.

-Es una auténtica “madona” mallorquina: algo equivalente a ser de “armas tomar”. Es decidida, tiene criterio propio muy marcado, gran organizadora, gallina “clueca” de hijos propios y ajenos (muchos amigos de mi infancia recuerdan sus “cocas” y la siguen llamando “tía Mita”). Hoy con 86 años, sigue siendo una “madona” elegante.

Son muchas más las cosas que me enseñó, la edad (y la terapia) me han llevado a quererla tal como es, ella me ha regalado amor incondicional a borbotones y, actualmente, yo le regalo (durante todo el año) besos y abrazos, algo de mi tiempo, mi escucha y unos deliciosos masajes que le curan todos los males y le calientan los huesos. Y por muchos años más.

T’estim molt mumareta

Padres mayores

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