Testimonio de Inma, Jesús y Lórien (12-07-17)

Conozco hace muchos años a Inma, ella ha sido una de las profesoras Waldorf de mi hija, por lo que el vínculo con ella ya era especial antes de que me pidiera ser su doula. Ella es una mujer muy sensible y con muchos recursos, siempre se anda formando para profundizar en su profesión que es muy vocacional, aunque la maternidad es algo diferente de cualquier otra clase de relación con niños/as, sobretodo porque implica una gran transformación personal: física, mental, emocional y, en muchas mujeres, también espiritual.

Es precioso estar cerca en su proceso de darse cuenta de todo lo que es capaz, de cuanta fuerza hay en su delicadeza, de que su parto no fue lo que ella imaginó y aún así supo seguir en su centro, que sentir que no podía más y sostenerlo… la devolvió más empoderada que nunca. En un primer momento le costó conectar con el Poder que encierra todo ello, a pesar de que yo le contaba lo que vieron mis ojos y sintió mi alma cuando ella estuvo de parto. Pero la vida nos trae ayudas y fue muy interesante que cuando Inma acompañó durante unas horas a una amiga que estaba de parto… por fin vio su propio reflejo y se dio cuenta de todo lo que había hecho, de todo lo que sigue haciendo día a día como madre. 

Y esto es parte de lo que hacemos las doulas, devolvemos a las madres una mirada de complicidad, una perspectiva de la experiencia que quizás ellas mismas no son capaces de ver, porque cuando estamos inmersas en esta metamorfosis (algunas le llamamos «mamamorfosis»), se nos escapan los detalles y puede que solo veamos lo que «no fue», en vez de todo lo que ES.

Me emocionó mucho cuando me contó esa «visión» que tuvo de sí misma a través de la mirada a otra mujer, porque ella en aquellos momentos fue como una doula para su amiga, y eso es lo que VEMOS las doulas: el gran poder que hay en cada parto, en cada nacimiento, la fuerza que se necesita para transitarlo, sea como sea que suceda todo…aunque la realidad nos desvíe de nuestros deseos más íntimos. Es por todo ello que siempre digo que yo creo en las mujeres.

Así que ahora me ha hecho un regalo de corazón ofreciéndome su testimonio, me lo envió por correo con estas palabras:

Gracias por todo, me vuelvo a ir a la cama emocionada de releer, revivir y readmirar el gran milagro de la vida, de conocernos.
Un abrazo

LLucia Mir, mi doula:

Ha sido mi cómplice cuando sentía necesaria la comunicación de mujer a mujer y, no solo eso, quería estar con una mujer que ya hubiera pasado por la misma situación que yo estaba pasando. Quiero  destacar su profesionalidad porque su calidez humana hace años que la voy conociendo.

Mi doula complementó el trabajo del personal sanitario y, sobretodo, supo estar a mi lado como una buena amiga, durante el embarazo, parto y posparto, siempre aportando, como bien dice su nombre, Luz en nuestras decisiones y haciendo posible que todo el proceso fuera consciente, nuestro, pero sobretodo mío y hasta el día de hoy, ocho meses después, que he conseguido  revivir mi parto como un acto de poder y ahora puedo relatarlo.

La primera vez que escuche la palabra doula fue hace nueve años cuando fui a hacerme un masaje y en la puerta de su consulta había ese cartel naranja que ponía “ Doulas mam”. Ella me explicó en que consistía esta profesión y, a pesar de que no me quedó totalmente claro, supe que ella sería mi Doula y me acompañaría en el parto de mi bebé.

Siempre nos aportó información de evidencia científica sobre lo que teníamos dudas, para que libremente sintiéramos y tomáramos la decisión que mejor se adaptara a nosotros.

¿Cómo la puedo definir o describir?… ¿Madre?, ¿Hermana? Tal vez, pero del alma, y agradezco que no es mi madre y que pudiera acompañarme en los dolores, en las quejas, en mis particularidades, que en todo momento fueron acompañadas desde el respeto, desde el silencio, desde el AMOR, contracción a contracción, haciendo de mediadora entre el mundo y yo. Sin palabras, ella sabía lo que necesitaba y esto me dio seguridad, me comprendió y así tuve la sensación plena por primera vez en mi vida de que esa era mi forma de hacer las cosas y estaba todo en orden.

Tras doce horas de contracciones en casa, al romperse la bolsa y ver la comadrona que había “aguas sucias”, tuvimos que ir al hospital, supe que ella no podría entrar pero ya me había dejado un gran regalo, me sentía en mi centro y preparada y capaz para defender un parto respetado pese a todos los protocolos. Ni me despedí en la puerta del paritorio, noté su ausencia porque ya nadie más se ocupó de mi, ni masajes ni contención, nada, empezaron las exigencias…la supervivencia del bebe y la mía parecía estar en juego, aunque realmente yo sentía que era desproporcionado. Su voz susurrante, su mirada azul, sus sugerencias, estuvieron siempre conmigo, como susurrándome tras las orejas.

A las 00.00 cuando estábamos en la habitación con Lorién, nuestro bebé, ella fue nuestra primera visita, no sería la última… ahí estuvo, ayudándonos a conquistar la lactancia, así como en la hospitalización posterior de nuestro hijo por plaquetopenia aloinmune…y ocho meses y medio después, continua en nuestras vidas con su tesón, su amor y compartiendo con emoción, al fin, que hoy sí puedo contarlo, puedo escribirlo, y decir que estoy satisfecha, conforme, orgullosa, feliz y profundamente emocionada en medio de la noche: “re-tejiendo tu bien merecido regalo de cumpleaños, Navidad, Año nuevo, San Valentín y Pascua. Gracias Llucia, por ser la gran mujer que eres».

Inma

Parto Inma acostada 1

acompañArte

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